¡Descansa en paz, mamita! (Carta a mi madre)
De pronto, sentí que una luz brillante y muy potente, inundó con su presencia aquel sitio llenándome de paz y de esperanzas. Sus ojos buscaron los míos y de inmediato ¡supe que El me amaba!…¡Mi embrión vieron sus ojos, mamá! Sucedió así, como dijo el salmista (Salmos 139:16). Sus manos me moldeaban a su imagen y semejanza. El entretejía mis arterias y mis venas. Me habló allí mamá; ¡El hizo pacto conmigo! El me apartó, me santificó y ¡me dio por luz a las naciones! (Jeremías 1:5). Además me susurró al oído que “yo soy su especial tesoro” (Exodo 19:5). Con mi autoestima un poco más elevada, llegué a tus brazos, una fría tarde de mayo ¡qué alegría! Aunque te veía a veces llorando por los rincones, sin embargo pasamos juntas ¡3 años inolvidables! Pero como nada es perfecto aún, en este escenario terrenal, tuvo que aparecer desde la capital, aquel hombre ¡Sólo vino para arruinarnos la vida! Llegó como si nada, vestido de policía, y con el arma reglamentaria. ¡Su sueño se había hecho realidad! En ese instante, quise hablarte mamita; quise advertirte que no lo escucharas, que alguien que huyó como el impío, “sin que nadie lo persiga” como dice Proverbios 28:1 ¡No vale la pena! Estaba claro que no nos amaba ni a ti, ni a mí. ¡El resto ya lo sabes! ¿Qué puedo decirte, mamá? Que me hubiera gustado despedirme de ti, en aquella trágica y soleada tarde de otoño. Me hubiese gustado abrazarte y dejarte saber ¡cuánto te amaba! Pero no fue posible; ¡El disparo, la ambulancia, mi hermanita en tu vientre, sin entender si salía o si se iba contigo para siempre! ¡Cuánto dolor! ¡Cuánta confusión! ¡Me hiciste mucha falta mamita! Me quedé sin brújula, sin una hoja de ruta en este largo y penoso camino que es la vida. Pero ¿sabes qué? Yo no estuve sola… ¡El siempre estuvo allí! ¡El estuvo, está y estará siempre conmigo, como un poderoso gigante para guardarme! (Jeremías 20:11) Aunque tú y mi papá me dejaron ¡El me recogió! Y lo hizo con grandes misericordias (Salmos 27:10)
¡Perdóname! ¡Hoy tenía necesidad de decirte todo esto! ¡Te amo mamá! ¡No puedo desearte felicidades en este día, solo te diré: ¡Descansa en paz, mamita!
Autora: Estela Schüsselin
Escrito para: www.destellodesugloria.org