Que sean uno…
(Juan 17:23a)
Estos tiempos en los que vivimos, son muy competitivos. Estamos en pleno auge tecnológico y científico. Avanzamos en una especie de carrera locamente acelerada, donde el ascenso muchas veces, justifica el pisoteo. Lamentablemente, ésta vorágine, nos lleva a abrirnos paso a como dé lugar, para llegar primeros al mercado con nuestros productos, o servicios. En éste contexto, el tener la capacidad de trabajar y funcionar en equipo, es ¡imperiosamente necesario! El diálogo y el respeto, son indispensables para dirimir nuestras diferencias y potenciar nuestras similitudes. El arte de capitalizar los talentos y aptitudes, para canalizarlos hacia el objetivo, generalmente hace la diferencia, ente el éxito o el fracaso. Definitivamente, si no buscamos el consenso a través de un buen relacionamiento y en especial entre los miembros de un mismo equipo, perdemos fuerzas y tiempo, tratando de restaurar relaciones rotas. Esto nos desenfoca y coloca a nuestro objetivo, en un punto, cada vez más lejano e inalcanzable.
Particularmente, yo disfruto mucho de una escena que se repite día tras día, en el taller mecánico y metalúrgico que dirige mi esposo, con la colaboración de nuestros dos hijos. Es maravilloso verlos y escuchar a cada uno de ellos, dar su opinión, ante desafíos que se les presentan a diario. Entre otras cosas, reparan y fabrican complejas maquinarias agrícolas y de minería. Ellos saben, que compitiendo entre sí, no lograrán el objetivo, porque: ¿andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo? (Amós 3:3)… Así que se reúnen los tres, en una especie de foro, donde cada uno de ellos, desarrolla su teoría. Aplicando sus mejores conocimientos de física, transcriben largas e indescifrables fórmulas en una pizarra, o garabatean un bosquejo, como para apoyar su punto de vista al respecto. Mi esposo tiene el oficio, la experiencia, y los contactos comerciales; Los jóvenes tienen la tecnología, la vehemencia y todo el entusiasmo por experimentar con nuevos emprendimientos. Sin dudas, ¡hacen buen equipo!
No obstante, para que los tres unan sus esfuerzos, se complementen y avancen “como un solo hombre” hacia el objetivo, siempre alguien tendrá que ceder en alguna medida. Quizás rompiendo viejos esquemas y paradigmas, o quizás aceptando que le falta adquirir conocimientos en alguna área determinada. Un profesor de teatro, nos enseñaba este principio de unidad y de humildad, para trabajar en equipo; el nos decía: “Si quieren sobresalir, en una obra de teatro, deberán ceder todo esfuerzo y dedicación individual, a favor de la obra, para que esta sobresalga, ya que es ella, ¡ única estrella en el escenario!. Si esto ocurre, indirecta y automáticamente, serán reconocidos los actores, las actrices y todo el cuerpo técnico.” En política sería así:: “el bien general, debe prevalecer sobre el particular”. Estos principios encierran sabiduría, para trabajar en armonía y en perfecta unidad, a pesar de las diferencias…
Amados, ¡la Iglesia, no es la excepción! También es una comunidad integrada por personas de diferente sexo, edad, nacionalidad, y conceptos socio-culturales. También la Iglesia trata de abrirse paso en esta sociedad, para llevar adelante La Gran Comisión de “ir y predicar el evangelio a toda criatura” (Mateo 28:19) Es por ello que, quienes llevamos adelante el liderazgo, debemos estar abiertos al diálogo y a escuchar sugerencias de todos, sin excepción, con el único propósito de alcanzar, los objetivos trazados, Esto es bíblico, pues dice en Proverbios 11:14 que “En la multitud de consejeros hay sabiduría”. Obviamente ¡se mantendrá intacta la doctrina del Señor Jesucristo!, A lo que me refiero, es abrirse a aceptar que hay nuevas metodología que se pueden aplicar, en las diferentes actividades que desarrollemos para llegar a la meta. Ojalá hermanos, podamos alcanzar la madurez necesaria, como para cumplir el profundo anhelo del corazón de Jesús, expresado de esta manera, al orar por sus discípulos:
“…que sean uno, como tú oh Padre en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea, que tú me enviaste”
(Juan 17:21)
Autora: Estela Schüsselin
Escrito para: www.destellodesugloria.org