Marcada por Jesús
Cuando yo era pequeñita, recuerdo que me gustaba hurgar en una especie de basurero gigante, perteneciente a la única tienda del pueblo. Allí se podían encontrar artículos con defectos de fabricación, juguetes averiados, cajitas, flores artificiales, y un sinnúmero de objetos que a la vista de cualquier niño, podían resultar llamativos. En medio de todo aquello, un pequeño librito azul, capturó mi atención. Lo hojeé y aunque no tenía ni una sola ilustración, mis ojitos se fijaron en la última frase que decía:
“Ciertamente vengo en breve” (Apocalipsis 22:20).
¡Qué tremenda noticia! ¡Mi corazoncito dio un salto dentro de mi pecho! ¡Jesús acababa de anunciar que vendría pronto! El visitaría mi pequeño pueblo y yo lo vería con mis propios ojos. Seguramente el me sentaría en su regazo, porque ¡yo había oído que Jesús amaba a los niños! ¡Cuánta emoción! Pero ¿por qué sería que aquella noticia no se propagaba como otras, en el pueblo? ¿Por qué la radio no lo anunciaba, ni la gente hablaba del tema en las calles? ¡Quizás Jesús quería que sólo yo lo supiera! ¡O quizás sólo vendría para visitarme a mí! Con mucha inocencia y llena de ilusión, ¡yo atesoré aquella preciosa promesa en lo más recóndito de mi corazón.
¡Ciertamente Jesús vendría en breve!…
Sin embargo, pasaron algunos años hasta que aquel librito azul, volvió a caer en mis manos. Ya no era yo la niñita que acostumbraba a hurgar en el basurero. Ahora era toda una mujer. Así que lo miré con decepción y recordé la inocencia de aquella pequeñita que se atrevió a creer en la promesa de Jesús. ¡Qué desilusión! ¡El jamás me visitó! ¡Nunca pude ver las huellas de sus sandalias en las polvorientas calles de mi pequeño pueblo! ¡Por alguna razón, aquella gente nunca lo anunció! En medio de la angustia que me causaba aquella lucha interior, caí de rodillas con el rostro bañado en lágrimas. De pronto ¡mi corazón dio nuevamente un salto dentro de mi pecho, como aquella vez! ¡Algo extraño sucedió dentro de mí!
Una paz indescriptible inundó todo mi ser y ¡la habitación se llenó de su preciosa presencia! Pude sentir los tiernos brazos de Jesús rodeándome. Poco a poco fue acomodándome en su regazo y en medio de aquella sensación de éxtasis, una serie de escenas comenzaron a pasar por mi mente como en una película. Entonces comprendí: ¡El no me había fallado! ¡El siempre estuvo ahí! ¡El recorrió conmigo por todas las calles de mi pueblo! ¡El enjugó cada una de mis lágrimas! ¡Y fue el mismo Jesús quien en aquel basurero, puso el librito azul en mis manos! ¡Ciertamente, El marcó mi vida! ¡Jesús cayó justo en el “cemento fresco” de mi corazón de niña!
¡Ojalá pueda Jesús ahora mismo, marcar también tu vida para siempre!
Autora: Estela Schüsselin
Escrito para: www.destellodesugloria.org