La “Oficina Oval” de Dios
Ni hablar de estar ante el presidente del país. Eso jamás sucedió. Podría pedir una audiencia, pero además de demorar mucho tiempo, debería justificar una gran importancia o urgencia del motivo de mi solicitud; caso contrario, tampoco voy a ser atendido por quien está en ejercicio de la presidencia.
Son gente ocupada, muy ocupada. Sus agendas de trabajo son tan apretadas que aunque quieran hacerlo, no pueden darse el lujo de atender a cualquiera que simplemente requiera su atención. Para eso están otros funcionarios en los que pueden delegar los asuntos según su importancia y trascendencia.
En una época, hubo un presidente en mi país que acostumbraba dar audiencias para determinadas fechas y horas. Cuando por fin llegaba el día y la hora de la reunión y los interesados se hacían presentes en la antesala de su despacho, debían esperar horas y horas para ser atendidos. A veces, hasta días. Algunos venían exaltados, pero después de tantas horas de espera quedaban exhaustos, tranquilos y relajados. Otros se iban sin su entrevista. Esa actitud es conocida históricamente como la famosa “amansadora” de ese presidente.
Philip Yancey, uno de mis escritores favoritos, traza un interesante paralelo entre la accesibilidad que hoy tenemos hacia el Trono de Dios y la famosa Oficina Oval de la Casa Blanca en el país del norte de América.
Dice Philip Yancey, que durante la presidencia de John F. Kennedy, su pequeño hijito John-John entraba en la famosa oficina mientras en ella se estaban discutiendo asuntos de estado o relacionados con situaciones en el mundo. El niño a veces ni tocaba la puerta. Simplemente entraba y se trepaba en el escritorio que ocupaba su papá. No quería otra cosa que estar con su papá sin importar protocolos, asuntos de estado ni acontecimientos mundiales. No necesitaba pedirle audiencia al presidente de uno de los países más poderosos del mundo. Simplemente ya la tenía acordada de antemano.
Dios, más que cualquier gobernador, más que cualquier presidente, más que cualquier rey o emperador; es nada más ni nada menos que el Dueño, el Creador, el Hacedor, el Amo, el Señor del Universo.
Sin embargo, a pesar de su rango, por intermedio de la sangre de Cristo hoy gozamos de una “línea directa” con EL, sin necesidad de solicitar previamente audiencia y con atención inmediata garantizada.
¡Qué bueno que hoy nos asiste ese Poder! Hoy, tal como el niñito John-John con su papá, tenemos acceso directo por intermedio de la oración y el sacrificio de Cristo a la “oficina oval” del Trono de Dios.
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
(Hebreos 4:16 RV60)
Autor: Luis Caccia Guerra
Escrito para www.devocionaldiario.com