Dulce abandono
Cuenta la Biblia que una mujer vino a Jesús con una vasija de alabastro conteniendo perfume de nardo puro valuado en unos trescientos denarios, el salario de un jornalero de casi todo un año. Rompió el vaso y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús (Marcos 14:3-5).
¿Por qué romperlo? Simplemente podría haberlo destapado y derramado la costosa fragancia sobre la cabeza del Señor…
Steve Green en su tema “Quebrantado y derramado” traza un conmovedor paralelo entre esa vasija y nosotros a partir de esta escena de la Biblia. El perfume se liberó “como un preso ya sin cadenas, como un alma que del mal se libró. Fui quebrantado por amor a ti, Cristo” expresa la bellísima canción.
Había que romper el vaso. Era imperiosamente necesario un quebranto. No funciona de otra manera. No hubiera sido lo mismo vertir el perfume de a chorritos y quedarse entero, en una sola pieza. Seguir siendo lo mismo, como a nosotros nos gusta.
Cada vez que pienso en esto me emociono hasta las lágrimas. Cada vez que pienso en esto, también pienso que para que la grata fragancia de mi servicio rendido a los pies de mi amado Señor llene la casa, sea de bendición; es necesario que éste “yo” dé un paso al costado, se niegue a sí mismo, rinda toda su voluntad al Señor, deje de ser para que sea el Señor… en una palabra: quebrantado.
Cada vez que pienso en esto es cuando recuerdo y reconozco que mis mejores y más profundos escritos provienen de un valle de lágrimas. Cada vez que pienso en esto, veo en otros hermanos y hermanas que más bendición han sido o están siendo, mientras más profundo ha sido o está siendo su valle de lágrimas.
Esto no pretende que para ser de bendición hay que vivir llorando, de ninguna manera. Lo que destaco es un denominador común en estas situaciones en particular: el quebranto visto como un dulce abandono.
Dulce abandono en las manos de mi Señor, de mi vida, de mis deseos, de mis pensamientos, de mi voluntad… absolutamente de todo mi ser.
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
(Romanos 12:1-2 RV60)
Autor: Luis Caccia Guerra
Escrito para www.devocionaldiario.com, www.larocaministerios.blogspot.com