Las cirugías de Dios son “sin anestesia”
Hoy, los médicos con su ciencia son capaces de realizar profundas y complejas cirugías sin dolor con la ayuda de la anestesia. Pero los dolores sobrevienen después, cuando su efecto pasa. Definitivamente: todas las cirugías, en mayor o en menor medida, tienen su cuota de dolor. Aún las cicatrices que quedan suelen doler por mucho tiempo, algunas por toda la vida.
Es más, los nacimientos también son dolorosos. Para la mamá por sus dolores de parto; para el bebé por la situación de estress que implica salir de la protección del vientre materno, enfrentarse con un nuevo mundo, respirar, aprender a dominar su cuerpo y a valerse por sí mismo.
En igual sentido, recuerdo muchas veces haberle dicho en oración al Señor: “No estoy conforme con la vida que estoy llevando y sé que tú tampoco”. No les tengo que decir que después de semejante reconocimiento alguna prueba sobreviene. Y por cierto: no es agradable. No solamente no es placentero el proceso… ¡también es doloroso!
Cada vez que le he pedido a Dios por un cambio en mi vida, el dolor no se ha hecho esperar. Es Dios practicando una cirugía en mi ser.
Amada/o: Si tu vida está entregada en las manos del Señor y si hoy sufres el dolor de la prueba; aún en medio de él, ten paciencia y saca fuerzas de donde no las tengas para darle las gracias a Dios. No por el sufrimiento actual, sino por los resultados y los frutos que Dios te dará a través de tu valiosa vida.
Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.
(1 Tesalonicenses 5:18 RV60)
Autor: Luis Caccia Guerra
Escrito para www.devocionaldiario.com