De héroes y de villanos
Genesis 1:27a
Cada criatura humana creada a la imagen y semejanza de Dios, es tripartita como su Hacedor. Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. El hombre es Cuerpo, Alma y Espíritu. Donde el cuerpo es la parte material que percibimos, el alma es el asiento de las emociones y sentimientos, y el espíritu es la componente que le da idea de la existencia de su Ser Supremo y Hacedor.
Desde que el hombre puebla la tierra, ha manifestado la búsqueda del Ser Superior. Con conocimiento o no de El, su espíritu es el que independientemente de sus sentimientos y de su inteligencia, busca constantemente la conexión con él.
Prueba de ello son las numerosas religiones que existen en el mundo, dioses inventados, el sol, la luna y las estrellas han sido desde remota antigüedad objeto de su adoración. Y es que más allá de que el objeto de la fe sea el Dios vivo y verdadero, se trate de astros o formidables personajes nacidos de compleja mitología, el origen de este comportamiento sigue siendo exactamente el mismo: la voz del espíritu del hombre que desde lo profundo de su ser le dice: “mira hacia tu Hacedor”.
Estas mismas características básicas individuales se hallan también presentes en cada grupo humano y por lo tanto también en las grandes masas sociales. Es en este nicho vacío y desierto, sin un “norte” certero, reino de confusión, donde cobran trascendencia personajes como el «Superman» de antaño, el reciclado «Ironman», y en las producciones más elaboradas argumentalmente, todo cuanto héroe y justiciero llamado desde una profesía, elegido como mesías y salvador, que sea capaz de enfrentarse al Mal como Entidad viva e inteligente y entregue su vida en favor de la redención de muchos, sin importar su apariencia física, el escenario en el que se mueve o qué personaje lo represente en cada historia.
Difícilmente hallemos valores cristianos en producciones realizadas por incrédulos, por más parecidas que sean a las Escrituras. Por más sorprendente que sea su paralelismo, es justamente eso: un paralelo.
La humanidad sufre en el medio de un desierto espiritual. Tiene hambre y sed de justicia. Aunque concientemente se niega a reconocerlo, tiene hambre y sed de Dios. Necesita de un Digno Depositario de Fe, Esperanza y Confianza. La decadencia de los valores, el mundo cambiante y las voces que proclaman de un lado y de otro “su propia verdad” confunden. El descrédito de personas e instituciones antes valoradas y consideradas “confiables” ofrece un verdadero “paraíso” para los conspiradores de las tinieblas. Hoy todo es cuestionable. Desde la perspectiva de los antivalores de hoy, Dios es cuestionable, la Iglesia es cuestionable, Nuestro Señor está siendo objeto de descrédito hoy más que nunca.
Como Iglesia nos corresponde mostrar, proclamar y sostener con autoridad el verdadero mensaje.
“Dadles vosotros de comer” (Mateo 14:16) dijo el Señor.
Como la Entidad puesta por Dios sobre la tierra para tal fin nos corresponde la tarea de sustituir el placebo por el verdadero remedio de innumerables males: la fe en Nuestro Señor para que las personas procedan a arrepentimiento y su vida cambie.
Como Institución establecida por Dios nos ha sido dada la responsabilidad de ser «sal de la tierra», recuperar los valores y mostrarle al mundo que la confianza en Nuestro Señor Jesucristo además de mejorar la calidad de vida en lo presente, es garantía de Gloria venidera para toda una Eternidad.
Si hay alguien en quien hoy más que nunca se puede confiar, ese es Nuestro Señor.
Si las masas humanas ven tipos de Cristo en producciones realizadas por incrédulos, tal vez muchos cristianos tengamos algo que ver con esto.
«¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?»
Romanos 10:14b
Autor: Luis Caccia Guerra
Escrito para www.devocionaldiario.com