Todas las cosas ayudan a bien a los que aman a Dios
los que conforme a su propósito son llamados»
(Romanos 8:28)
Hace un tiempo, nuestra vida familiar experimentó un vuelco fuera de todo lo previsto. No vale la pena hacer mención aquí de los detalles. Sólo diré que en esa época, hasta hace unos días, estábamos llenos de proyectos y nuestro futuro era bastante prometedor. De repente me encontré tratando de dilucidar qué proyectos seguían, cuales se truncan y qué otros había que modificar para poder seguir adelante. Esto impactó directamente en lo personal, familiar y en el ministerio de quien esto escribe.
Un súbito “volantazo” en nuestra vida nos puso a caminar en otra dirección. Una dirección desconocida y que ni remotamente estaba en los planes. Literalmente pasamos de la autopista al camino de tierra. Cuesta creer que hasta hacía una semana nuestra vida era una cosa y de repente se transformó en otra totalmente distinta.
«Una de cal y una de arena» decimos los argentinos. En la convicción de que «todas las cosas ayudan a bien a los que aman a Dios…», hoy puedo ver y no tengo la menor duda de ello, que estas dificultades fueron absolutamente necesarias.
Existen bosques en nuestro planeta que periódicamente sufren voraces incendios que no dejan nada, pero al cabo de un tiempo emerge de las cenizas un bosque nuevo, con fuerza y vigor. Tal parece que el incendio es parte del ciclo vital de la vida de esos bosques.
Con nosotros ocurre otro tanto. Tendemos -por lo menos es mi caso- a formular proyectos y adquirir hábitos que a nuestro leal saber y entender están dentro de la Suprema Voluntad de Dios. Sin embargo se nos escapa inocentemente el detalle de que Dios puede que tenga otros planes para nosotros.
Por otra parte, inconcientemente vamos incorporando con carácter acumulativo hábitos y tendencias que no siempre son de beneficio. Es entonces, cuando el incendio inevitablemente sobreviene. Por cierto, fuego depurador y absolutamente necesario para que nuestra vida vuelva a florecer cual bosque renovado y abundante que emerge de las cenizas.
El bosque, además de proveer sombra y aire limpio, también sirve de hábitat para numerosas especies. Al igual que el bosque, nosotros estamos para servir y ser de bendición. No es de extrañarse que pasemos por dificultades que otros no pasan.
En este mismo sentido, el alumbramiento de un bebé importa una situación desagradable y altamente estresante tanto para él como para su mamá. Sin embargo, el momento del nacimiento es una necesaria transición hacia una nueva vida.
Definitivamente pasamos una y otra vez por esa transición. Habrá que pedir humildemente a Dios visión, ciencia, sabiduría, fortaleza, consuelo, paciencia y valor, para poder soportar las sacudidas del parto, el fuego del incendio y sacar fuerzas de donde no las hay, para poder pasar el mal momento. La nueva vida que está a las puertas, o lo que viene tras la pena, a no dudarlo, además de necesario, es mejor que lo anterior.
Es por ello que desde estas modestas líneas, no podemos menos que darle las gracias a Dios. Detrás de la tormenta, puedo vislumbrar tomado de Su mano, una gran victoria. A pesar de las dificultades, la presencia del Señor es una absoluta certeza.
Un ex-presidente argentino decía con frecuencia en sus discursos: «estamos mal, pero vamos bien». ¡Y ese fue exactamente nuestro caso!
Si hoy estás pasando por un mal trance, a no dudarlo… estás siendo bendecido, toda vez que siempre que llovió paró y que de las cenizas emerge floreciente y con fuerza un bello bosque.
El Señor les bendiga en abundancia, todos y cada uno de los días de su vida.
Autor: Luis Caccia Guerra
Escrito para www.mensajesdeanimo.com