El arado
Pasaron los años y ya habiendo conocido al Señor como mi Salvador, me hallé diciéndole exactamente esto de mí mismo, al pastor de mi iglesia para que me dejara trabajar en la Obra. Pero el sentido era completamente diferente. Si cuando niño me lo hubieran dicho mi reacción habría sido completamente diferente. Hoy me halaga ser como un arado.
¿Cuál es la diferencia? Un día en el campo hallé un arado. -Hace mucho tiempo que no trabaja, dije. Quienes me escuchaban estaban sorprendidos. ¿Cómo lo sabía? Sus rejas y discos estaban todos oxidados. Se estaba deteriorando a la intemperie sin hacer nada.
En cambio un arado que trabajaba frecuentemente, tenía sus discos brillantes a causa del roce con la tierra.
Esa es la clase de arado que quiero ser. Un obrero que trabaja en la Obra de Nuestro Señor es como un arado brillante. Así es la Obra del Señor. Mientras más trabajas, más brillo adquieres. En cambio el ocio corrompe, destruye.
Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.
(2 Timoteo 2:15 RV60)
Autor: Luis Caccia Guerra
Escrito para www.devocionaldiario.com