Ante tu toque vuelvo a ser
Entonces, alzo mi mirada al cielo y pido misericordia al Padre.
Vacío mi corazón, le habló como mi confidente que es.
Imploro que aclare mis ideas, que me de fortaleza y serenidad.
Me traslado a la Biblia y a mi memoria llegan las historias de esos personajes que sintieron en algún momento de sus vidas desolación, frustración, decepción, desengaño, depresión, tristeza y tantas cosas más.
Me parece comprender por momentos lo que sintió Elías cuando corrió a esconderse en una cueva. Pienso en David y cobran más sentido aún, los salmos con los que impregnaba su esencia ante el Señor. Reflexionó en la impotencia y tristeza que experimentó Moisés cuando por causa de no seguir una instrucción sencilla, perdió su entrada a la tierra prometida, solo pudo mirarla de lejos. Porque a veces siento que estoy llegando a mi tierra prometida y cuando estoy por pisarla, algo me aleja de ella.
Todos ellos en sus momentos más difíciles se apoyaron en Dios, y yo en mis momentos difíciles acudo al Creador de los cielos y la tierra y le pido que me lleve a la roca que es más alta que yo.
Elevo mi oración silenciosa, una que brota desde el lugar más profundo de mi alma y comienzo a experimentar esa paz que solo Jehová puede dar. Siento esa dulzura de su presencia que me envuelve y me abraza. Me satura de su gracia y su amor y yo me dejo llevar por su calor santo.
La lluvia ha cesado sin que yo me diera cuenta, mi momento con Dios ha sido tan especial, que siento una fuerza inexplicable que me impulsa a continuar. ¿Quién si no tú para disipar cualquier duda o tristeza? ¿Quién sino tú para transplantarme de tu paz y de tu esencia? Y siento que vuelvo a vivir y a regenerarme.
Soplaste tu aliento en mí y por ti vuelvo a ser.
«Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí».
Salmos 51:10
Autora: Brendaliz Avilés
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