Los arquitectos de Babel
(Génesis 11:1-9 RV60)
Edificar una ciudad y una torre en medio de ella no era en sí misma, ninguna transgresión. Desobedecer el propósito de Dios, de que la humanidad se esparciera por el planeta, formara muchas naciones y poblara toda la tierra, despreciando así la soberana voluntad divina, sí lo era.
Es así como a poco del Diluvio, los descendientes de Noe, la humanidad en aquellos tiempos, se unieron para edificar una ciudad y una torre por si resultaban ser separados y esparcidos por el mundo.
La Torre de Babel en aquellos tiempos representaba una obra maestra de la ingeniería. En la fértil llanura ubicada entre los ríos Tigris y Eufrates, donde iba a ser edificada, no había piedras, por lo que inventaron ladrillos y la argamasa que habitualmente se utilizaba en las construcciones para unir las piedras debió ser sustituida por asfalto.
Entre las numerosas interpretaciones y lecciones que podemos obtener de este pasaje de las Escrituras, la torre representaba al menos dos cosas: por una parte, un símbolo de poder, una forma de ser igual a Dios para los más arrogantes; por la otra, una forma de llegar a Dios por sus propios medios, para los más recatados.
“El hombre siempre ha sentido la necesidad de construir elevándose al cielo” dijo el arquitecto británico Norman Foster. “Los edificios grandiosos simbolizan el poder, el éxito y el liderazgo tecnológico” expresó un ingeniero diseñador de rascacielos en un documental de Nacional Geographic.
Esto indica que nada ha cambiado desde entonces en el corazón del hombre, sin importar materiales y tecnología utilizada, a miles de años de Babel.
Hoy, muchas personas aún continúan construyendo torres de Babel.
Alguien dijo muy acertadamente: “No hay peor cosa, que hacer muy bien hecho lo que no es necesario hacer”. Es así como muchos se esfuerzan haciendo lo mejor de sí en un intento de ganarse el favor de Dios, como una metodología para llegar a Dios a través de sus buenas obras.
Otros, en cambio, prefieren realizar su propia obra, tal vez en el nombre de Dios, pero Dios no ha dispuesto eso para sus vidas. En otras palabras, hacer otra cosa distinta de lo que Dios ha resuelto, tal y como los arquitectos de Babel.
Afortunadamente, Dios tuvo otros planes y estableció otro camino para llegar a El.
Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”.
Juan 14:6 RV60
Autor: Luis Caccia Guerra
Escrito para www.devocionaldiario.com