Un creyente nunca es un ente neutro en una comunidad
Desesperado alzó la mirada hacia el negro cielo y clamó: –“¡Señor! ¡Hace quince años que no sé lo que es orar, ni leer una Biblia!. ¡Pero te prometo que si me sacas de ésta, no te vuelvo a molestar por otros quince años más!!!”
Algo parecido pasaba con Jonás. El barco en el que viajaba se hundía en medio de la tormenta mientras él dormía. Era el único creyente en Dios a bordo de esa embarcación. Cuando lo llamaron a ver si podía hacer algo, dice la Escritura que Jonás les confesó que venía huyendo de Dios y que esa era la causa de la tormenta. Que la única forma de calmar la tormenta sería que lo tomaran y arrojaran al mar. Así hicieron finalmente, los marinos. Echaron a Jonás al mar y el mar se calmó (Jonás 1:10-15).
Con frecuencia prestamos atención al pasaje del gran pez que traga a Jonás en el mar y luego de tres días lo vomita en tierra, como una figura de Cristo. Pero pocas veces nos detenemos a reflexionar sobre lo que acontece inmediatamente antes de que Jonás fuese arrojado por la borda.
Y es que un creyente NUNCA ES UNA ENTIDAD NEUTRA en donde sea, ni en medio de las circunstancias en las que se encuentre. CUANDO EL CREYENTE OBEDECE Y HACE LAS COSAS DE ACUERDO A LOS PLANES DE DIOS, es LUZ en el MUNDO, sal de la tierra. Cuando no lo hace, es tropiezo y avanza la oscuridad.
Puede, inclusive, no identificarse como creyente permaneciendo en el más absoluto anonimato, pero si su corazón no está con Dios no sólo no será de bendición, sino que además de ello será motivo de atraso.
La Biblia y la vida misma están repletas de ejemplos de esta polaridad que es parte de la “naturaleza sobrenatural” de la que hemos sido dotados los creyentes. Luz del mundo, sal de la tierra HEMOS SIDO LLAMADOS Y DOTADOS PARA SER. (Mateo 5:13-16)
Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que están los cielos.
(Mateo 5:13-16 RV60)
Somos luz, o nuestra luz proyecta más sombras que luces.
Somos sal de la tierra, o nuestras vidas tienen gusto a tierra.
Autor: Luis Caccia Guerra
Escrito para www.devocionaldiario.com