Subiendo Gradas
Éxodo 33:15
Hace unos días andábamos con mi esposa Yamita y mi hijo Uziel en un almacén, mientras mi esposa se probaba algunas cosas Uzielito se fue a sentar en una grada de unas escaleras anchas que llevan hacia el siguiente piso.
A Uziel le encanta sentarse en esas gradas, siempre que llegamos allí lo primero que hace es ir y buscar esas gradas, pero a él no solo le gusta sentarse, sino que hace que yo me siente a su lado, me llama diciendo: “Papá, Papi…” mientras toca la escalera como diciéndome: “Ven siéntate a la par mía”, el no descansa hasta que por fin llego y me siento a su lado en la misma escalera.
Mientras estoy sentado a su lado veo la satisfacción en sus ojos y su carita dibuja una sonrisa, como satisfecho y contento que este junto a él sentado en la grada que a él le encanta.
De pronto decido pararme para ver algo que me llamo la atención, el también se pone de pie y mientras me llama y me dice: “Papá, Papi…” y puesto en pie me señala que quiere subir las escaleras. Obviamente todavía nos las puede subir solo, en los próximos días cumplirá dos años.
Yo le digo: “No hijo, no subas allí”, mientras él hace el intento de querer subir la primera grada, el comprende que yo no estoy de acuerdo y hace una carita como dándome a entender que quiere subir la grada pero yo no quiero que la suba.
Me llama nuevamente e insiste: “Papi, Papá…” y me extiende su mano, el quiere que suba las gradas con él, no se atreve a subirlas solo porque sabe que se puede caer y golpear, sumado a eso sabe que le dije que no lo podía hacer, pero al extenderme su mano me está diciendo que conmigo si la puede subir.
Mi corazón siente que Dios quería mostrarme algo, me acerco a él, le tomo de la mano y comienza a subir cada grada con una sonrisa única y con una seguridad total de que nada pasara.
En ese momento Dios me ministra y me hace entender que así mismo debo ser yo con El, no subir ninguna grada, si El no me toma de la mano.
Al llegar al segundo piso Uziel está feliz, corre de un lado a otro mientras levanta sus manos y dice: “¡Siiii!”, como una muestra de victoria y que pudo hacerlo junto a mí, sin duda el está muy feliz de haberlo logrado. Mi mente está muy pensativa mientras lo miro y me veo reflejado.
Y es que fuera hermoso que nosotros no quisiéramos subir ninguna grada si no es Dios quien nos toma de la mano. ¿Cuántas gradas en la vida hemos querido subir aun cuando nuestro Padre Celestial nos ha dicho: «No lo hagas»?
¿Cuántas veces nos hemos precipitado a caídas dolorosas por no entender que sin El no debemos intentar subirlas? Y es que Dios quiere que reconozcamos nuestra dependencia a Él, que lo veamos como aquel Dios que sin El no nos movemos, como lo dijo Moisés, si tú no vas conmigo, no iré.
Dejemos de subir gradas en nuestras propias capacidades, no lo sigamos intentando, mejor digámosle a Dios: “Papá, Papi…” y extendamos nuestra mano, para que El la tome y juntos podamos subir toda clase de grada por alta y difícil que sea.
Cuando eso pase, estaremos seguros que cada paso que demos, cada escalón que subamos será perfecto, porque a nuestro lado va nuestro Padre que nos cuida y nos protege, al llegar al siguiente piso podremos levantar nuestra manos en alto y decir: “¡Siiiii!” porque lo hemos logrado con su ayuda.
Deja que Dios te tome de la mano y no trates de subir las gradas sin Él.
Autor: Enrique Monterroza
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