Temas y Devocionales Cristianos

Reflexión Cristiana – Lenguaje de Fe

Lenguaje de Fe

leguaje-de-feCon el transcurrir del tiempo, todos, unos más que otros, atravesamos diferentes tipos de situaciones. Muchas de las pruebas que tenemos que atravesar en ocasiones hacen que nuestra fe quiera tambalearse. Pero una parte importante que cada cristiano debe fomentar, ejercitar y estar consciente es que cada día que pasa nuestra fe debe ir en crecimiento. La Biblia dice que la fe es parecida a una semilla de mostaza. Comienza pequeñita, pero a medida que nos acercamos a Dios y comenzamos a tener experiencias con él, se supone que esa fe vaya en aumento.

Anoche cuando me acosté, meditaba en tantas cosas, de tal manera que tuve que volver a levantarme y tomar notas que quiero compartir con ustedes y que espero sea de bendición a sus vidas, tanto como han sido de bendición a la mía. Nuestro lenguaje normal y humano puede ser transformado por uno divino, cuando tomamos la autoridad de Dios. Cuando renovamos la forma en que hablamos y pensamos. Cuando confesamos cosas contrarias aún cuando todo parezca adverso y en nuestra contra. De hecho eso es la fe, llamar las cosas que no son como si fuesen. Creer aunque no veas nada. Pero ojo, no estoy hablando de una “súper fe”, donde las personas pretenden manejar a Dios a su antojo, ni mucho menos, algo que pasa a convertirse en una utopía, saliéndose de la realidad. Yo estoy hablando de ejemplos concretos que vemos a través de las Escrituras en las que hombres y mujeres de Dios, lograron sobreponerse a las circunstancias adversas y experimentaron la gloria de Dios en sus vidas.
He aquí algunos ejemplos:

Ante un cojo que pedía limosna y no teniendo nada de dinero, Pedro dijo: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”. (Hechos 3:1-11).

Pablo hablándole a los corintios decía… “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. (2 Corintios 12:5-11).

El padre de un muchacho que estaba mudo y atado exclamó en medio de su situación lo siguiente cuando… “Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad”. (Marcos 9:13-27).

Job un caballero y héroe de la fe, le pasaron un sinnúmero de cosas que parecían increíbles. Tuvo perdidas materiales y de seres queridos, no obstante la Biblia relata que cuando vinieron a darle esas noticias devastadoras, aún así actuó y pronunció lo que aquí les muestro: “Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito”. (Job 1:20-21).

Un profeta llamado Habacuc manifestó su confianza en Dios emitiendo la siguiente declaración: “Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas en los corrales; Con todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, El cual hace mis pies como de ciervas, Y en mis alturas me hace andar”. (Habacuc 3:17-19).

Rahab siendo una ramera encontró la salvación para ella y su familia atreviéndose a ayudar a unos siervos del Señor, testificando y confesando lo siguiente: “…porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra”. (Josué 2:11).

En el libro de Daniel, capítulo 3 se relata la historia de tres jóvenes hebreos que no se intimidaron ante la persecución ni el peligro de muerte, dándonos cátedra de lo que es tener fidelidad ante Dios. Sus palabras fueron las siguientes: “Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado”. (Daniel 3:16-18).

Hubo un momento en que Daniel no habló, pero sus acciones dijeron mucho. Observemos y meditemos en esto: “Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes. Entonces se juntaron aquellos hombres, y hallaron a Daniel orando y rogando en presencia de su Dios. Hasta el rey Nabucodonosor conocía que Daniel servía a un Dios que era real por lo que miren lo que sucedió… “El rey, pues, se levantó muy de mañana, y fue apresuradamente al foso de los leones. Y acercándose al foso llamó a voces a Daniel con voz triste, y le dijo: Daniel, siervo del Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, ¿te ha podido librar de los leones? Entonces Daniel respondió al rey: Oh rey, vive para siempre. Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen daño, porque ante él fui hallado inocente; y aun delante de ti, oh rey, yo no he hecho nada malo. Entonces se alegró el rey en gran manera a causa de él, y mandó sacar a Daniel del foso; y fue Daniel sacado del foso, y ninguna lesión se halló en él, porque había confiado en su Dios. (Para más detalles leer Daniel 6 completo).

Pablo dijo: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”. (2 Corintios 4:7-10). Y también pudo con certeza exclamar estas palabras: “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. (Filipenses 1:6).

Fe en acción y confianza en quien servía, fue la que tuvo David cuando se enfrentó al gigante Goliat. Con aproximadamente unos 17 años, cinco piedras, pero con todo el poder, la unción y fortaleza de Dios pronunció: “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos”. (1 Samuel 17:45-47).

Son tantos y tantos los que en el momento difícil no se amedrentaron, que si comienzo a mencionarlos, no termino. Estos hombres y mujeres tenían algo que los asemejaba y los distinguía aún en medio de multitudes. No era su fortaleza, ni inteligencia, tampoco eran sus influencias, mucho menos que fueran mejores que tú y que yo. Pero ellos habían tenido un encuentro tan personal con el Señor, ellos tenían una convicción tan profunda en el Dios a quien le servían y en quien creían, que sabían que él no los desampararía en ningún momento. Sabían que aunque tuvieran que enfrentarse a la noche más larga y oscura Su Redentor vivía. Esperaban ver Su gloria manifestarse en sus vidas. Sabían que no era con espada ni con ejércitos que se peleaban sus batallas, sino con el Santo Espíritu de Dios. Ellos persistieron en lo que habían aprendido, sabían que quienes confían en el Señor, no serán confundidos ni avergonzados. Conocían que su roca sólida y fuerte era el Rey de reyes y Señor de señores. Ellos usaron un lenguaje espiritual, tal vez ni siquiera se dieron cuenta, de lo que estaban haciendo. Pero como su dependencia provenía de Dios, hablaron y actuaron como hijos de Dios que eran.

¿Y tú te atreves a pronunciar el lenguaje de fe?


Autora: Brendaliz Avilés

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