De sueños y asombro
Para nosotros, como productora y ministerio, este año que hace poco ha comenzado, ya se presenta como el más fructífero que jamás hayamos tenido, y todavía nos queda mucho por recorrer hasta la gran actividad de diciembre. El Señor nos sigue bendiciendo mucho más de lo que imaginamos alguna vez.
Hace poco un visionario a quien Dios usa para soñar en grande, llegó del exterior y nos sembró un canal de televisión con la más alta definición y el equipamiento soñado por cualquier productora, incluyendo la subida al satélite y el contrato con la red satelital más exitosa del momento. El mes pasado inauguramos un nuevo edificio en Capital Federal, a cuatrocientos metros del obelisco, que será la sede de un canal de televisión que saldrá al aire antes de fin de año, Dios mediante. Un equipo de profesionales trabaja incansablemente desde hace semanas, para el lanzamiento, que estamos seguros, bendecirá a todo el continente.
Por otro lado, a partir del mes pasado iniciamos una nueva temporada del show radial, en una de las radios más respetadas de Buenos Aires, Gospel, de nuestro querido Claudio Freidzon, para la cual producimos la artística.
Dios nos sigue sorprendiendo con la revista, con cada número, pues se agotan las ediciones en gran parte de América. Y estamos trabajando para la despedida del «Superclasico de la Juventud», después de doce años de cruzadas, en el Monumental River Plate para el mes de diciembre, con invitados increíbles, incluyendo algunos que serán sorpresa absoluta, y estamos obligados a no mencionarlos hasta ese día. Estamos trabajando incansablemente, en ocasiones sin límite de horarios, para que miles de inconversos tengan un encuentro radical con el Señor, ese día.
Y aunque suene pedante, es apenas lo que por el momento podemos contar.
Lo que sucede es que, aún con los años, no he perdido la capacidad de asombro. Todavía soy aquel niño que soñaba con un contrato en los cielos. Todavía conservo la capacidad de sentirme inmerecedor, junto al resto del equipo, de todo lo que el Señor nos ha confiado hasta la fecha.
Aún me sigo levantando cada mañana, infinitamente agradecido, porque no puedo olvidarme de dónde Dios me sacó, y me cuesta creer todo lo que Él me permite vivir. Todavía recuerdo que cuando comenzamos, apenas teníamos un sueño: afectar a la juventud, de todas las maneras posibles.
A todos los que conservan una visión a través de los años, y que en ocasiones la espera los pone nerviosos, recuerden que falta muy poco. Y cuando los sueños lleguen, si no pierden la capacidad de asombro y agradecimiento, no habrá límites.
Ese es el trato.
Autor: Dante Gebel
Editorial de Edición G