Serie: Poniendo Nuestras Emociones bajo Control
Conferencia Nº 2
Por Wuilmar José Lorca
Texto: Efesios 4:26-32; He. 13:5-6
“EL TEMOR Y EL ENOJO”
I. El Temor (Hebreos 13:5-6)
El temor tiene muchos grados y toma varias formas: preocupaciones, afán, timidez, apocamiento, ansiedad, alarma, espanto y consternación.
a) Temor Positivo: un temor positivo y muy necesario es el que tiene que ver con la autoconservación. Los niños deben aprender a evitar el tránsito peligroso, el fuego, los enchufes eléctricos, los sitios altos y muchas otras situaciones peligrosas. La preocupación moderada puede servir para motivarnos a trabajar bien, a tomar pasos para asegurar el futuro y a comportarnos moralmente.
b) Temor Dañino: cuando la preocupación y la ansiedad llegan a ser crónicas o excesivas, perjudican seriamente al individuo. Por una parte descarga toda su energía preocupándose por lo que pueda pasar que no le queda fuerza suficiente para enfrentar objetivamente su problema y solucionarlo. Por otra parte, la ansiedad crónica pone continuamente en alerta el sistema nervioso lo cual es innecesario y dañino para el cuerpo. Esto a largo plazo producirá un cansancio crónico y enfermedades psicosomáticas. Y en tercer lugar esta condición quita al individuo el gozo de vivir.
c) ¿Qué factores originan esta condición de temor?
1) La incertidumbre del futuro. La familia, la salud, su empleo, alguna enfermedad grave, y muchas otras cosas que no están bajo su control.
2) La culpa. Una conciencia que acusa, a causa de una vida pecaminosa.
3) Valores distorsionados. Muchos piensan que su valía depende de lo que poseen o de sus logros y cualquier revez o pérdida los sumerge en el temor, pues no sólo un bien material lo que está involucrado, sino un falso sentido de valor personal.
4) La herencia. La mayoría de las personas viven con temor provienen de hogares rotos o que tenían problemas emocionales. La dureza paterna, la falta de afecto, la disciplina variable e inconsecuente, la crítica excesiva es el cuadro general que ha transmitido esa triste condición a muchos.
d) ¿Cómo se puede enfrentar?
El creyente debe reconocer su condición y acudir a Dios en busca de su provisión divina. Debemos alimentar nuestras mentes con la palabra de Dios a fin de que nuestros pensamientos sean transformados y podamos ver hacía el futuro con confianza. Dios es nuestro Padre y es Todopoderoso y nos ama. Con esta convicción podremos decir como David: “Jehová es mi luz y mi salvación; de quien temeré Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿De quién he de atemorizarme?” (Salmo 27:1).
II. El Enojo (Efesios 4:26-32)
a) Consecuencias. Son innumerables los estragos causados por el enojo no controlado: ruptura de amistades, peleas vergonzosas, y hasta actos criminales. El enojo es un mecanismo de defensa dado por Dios, pero que debe estar bajo control.
“…todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Stg. 1:19:20)
“Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad” (Pr. 16:32).
b) No todo enojo es pecaminoso. Las Escrituras nos dice: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo” (Ef. 4:26). Aunque es evidente que cuando nos airamos estamos en la línea roja porque se nos advierte de pecar. En ninguna parte de las Escrituras leemos: “ten fe pero no pequéis”. Indudablemente debemos velar al hallarnos en alguna situación que nos provoque a ira. Jesús se enojó al ver la profanación del templo, y al ver la reacción de los fariseos en la ocasión en que sanó al hombre de la mano seca. Es interesante observar que en dichas ocasiones: (1) su enojo se dirigió al mal; (2) no fue motivado por el orgullo herido, ni por fines egoístas; (3) Jesús atacaba la maldad y por lo tanto a los malhechores. También observamos su amor tras su enojo: “Mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones” (Mr. 3:5). Se entristeció por su dureza, pues los amaba.
c) ¿Cómo podemos dominar nuestro enojo?
1) En primer lugar debemos reconocer nuestro enojo, admitir que lo tenemos y no ocultarlo recurriendo a mecanismos de defensa, lo cual es contraproducente.
2) Examinar los motivos de nuestro enojo. ¿Fue causado por la maldad de otras personas o es meramente la manifestación de nuestra carnalidad?; ¿En verdad hemos sido injuriados? ¿Realmente alguien nos ha privado de algo que nos corresponde?. Es importante meditar sobre esto en oración y al hacerlo orar como lo hizo David: “Examíname, Oh Dios, y conoce mi corazón: pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad” (Salmos 139:23-24).
“Frank B. Minirth y Paul D. Meier, psiquiatras evangélicos señalan que hay tres causas principales de la cólera errada:
- El Egoísmo, o sea, el enojo por deseos egoístas que no se satisfacen.
- La tendencia perfeccionista. Hay gente que se mide a sí misma con su propia y arbitraria vara de perfección, y se enoja contra sí misma cuando no logra el nivel que se ha propuesto.
- Albergar sospechas. La persona susceptible tiende a sospechar de otras y a menudo interpreta mal las situaciones”.
Si el enojo fue provocado por alguna injusticia, conviene hablar con la persona que ofende. El Señor nos dice: “si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tu y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano” (Mt. 18:15). De este texto es importante señalar las siguientes observaciones:
- La palabra griega que se traduce aquí “repréndele” es “elegzon” () y significa: “convencerle de su falta” o “hacerle reconocer su mal”.
- El propósito no es tratar de humillar o castigar al ofensor, pues señala que deben estar “solos” al hablar. Además nos dice que nuestra meta debe ser “ganar” a nuestro hermano, o sea, restaurarlo. Evidentemente debemos orar para tener autocontrol, amor y tino para lograr este fin.
Algunas de las ventajas de hablar con el ofensor son: (1) nos ayuda a tener mayor conciencia de nuestro enojo, (2) nos ayuda a perdonar, (3) Dios puede ministrar a la vida de nuestro hermano, para restaurarle, (4) puede fortalecer la amistad al comportarnos cristianamente, (5) produce respeto mutuo al ser considerados y guardar confidencias.
Tanto el temor como el enojo son emociones que debemos controlar y expresar correctamente a fin de mantener nuestro equilibrio emocional y nuestra salud física. ¿Cómo lograrlo?. Dios es la fuente de nuestros recursos y si nos apoyamos en él, podremos decir al unísono con el apóstol Pablo:
“todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13)
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