SOBRE EL AMOR PATERNAL
El amor de un padre es irremplazable. Sus brazos se extienden y nos envuelven haciéndonos sentir seguridad y protección.
Su nombre es sinónimo de fortaleza, trabajo, sacrificio, provisión, dedicación y entrega, entre muchos otros adjetivos calificativos que se le podrían agregar.
Su nombre implica la capacidad de enfrentar los más grandes retos y riegos por el bienestar de su familia y seres queridos.
Quien tiene la dicha de contar con el cuidado y cariño de un padre, sabe que cuenta con un tesoro invaluable. Sabe que tiene alguien a quien acudir y con quien contar porque le auxiliará incondicionalmente de ser necesario.
Es sublime y tierno el amor de un padre hacia sus hijos. Cada lágrima que de sus ojos brota cuando en comunión eleva una plegaria al cielo pidiendo a Dios que lo sostenga. Divina gracia emana de Dios quien con atención escucha cada petición y ruego.
Los padres son misericordiosos y cuidadosos. Tienen experiencia porque han caminado largos senderos que los han enseñado y hecho diestros. Hijo, oye con atención el consejo amoroso y temprano de un padre. No deseches el aprendizaje, se conciente de lo bienaventurado que eres al contar con su presencia e intervención en tu vida. Si recibes de él buen ejemplo, sigue sus pasos. No menosprecies la corrección de quien solo desea tu bienestar.
Comparte con él siempre, no esperes a que lleguen “días especiales” en el calendario para hacerle saber lo significativo que es él en tu vida. Recibe a manos llenas todo lo bueno que él tiene para darte.
Autora: Brendaliz Avilés
Proporcionado para: www.destellodesugloria.org