Muéstrame tus Obras
La canción es hermosa y la letra lo es más, cada vez que la escucho la piel se me pone de gallina. ¡Cuánta verdad encerrada en una canción!
Estos días he meditado profundamente, de hecho siempre lo hago, unas veces más que otras, pero siempre ando analizando todo. Y la realidad es que hablamos mucho del amor, somos los número 1 en teorías, pero realmente la práctica, el reflejo de Dios, ¿lo estamos proyectando, practicamos lo que decimos? Suena tan hermoso hablar del amor, pero más maravilloso y hermoso es ejercer, llevar a la práctica aquello que creemos y predicamos. Es observar el amor corriendo en derredor. El amor sanando y renovando vidas. Un amor que hace que los milagros se produzcan. Un amor que puede evitar la desesperación, la soledad, la angustia, la pérdida de fe. Un amor como el que tuvieron que tener aquellos que subieron al paralítico por el techo mientras Jesús predicaba. Registra la biblia que Dios se movió a misericordia por la fe de esas personas.
Pablo decía que la fe sin obras era muerta. No podemos pretender ir a predicar el evangelio a las naciones, cuando nos produce tal repugnancia ver a un drogadicto o deambulante en la calle, que cruzamos al otro lado del camino. No podemos pretender que nos amen y nos acepten como somos si nosotros no podemos dar lo mismo que exigimos (que conste que no estoy hablando del pecado). No podemos decir “confía en Dios a una persona que necesita de nuestra ayuda o yo estaré orando por ti”, si Dios nos ha puesto a nosotros en el lugar que estamos para proporcionarle la ayuda que esa persona necesita.
Jesús dijo que en su nombre y con su poder haríamos más cosas que las que él hizo cuando estuvo aquí en la tierra. No podremos ver la paz en el mundo si en nuestros hogares hay conflictos y guerras. No podemos pedir que haya amor y armonía si no lo tenemos en casa. No podremos entregarnos lo suficiente a Dios, ni cumplir con su voluntad, si no estamos dispuestos a pagar el sacrificio, el precio y si no dejamos que Dios obre en nuestras vidas, quite, sane y restaure todo aquello que haga falta.
El final de todo el discurso escrito es que necesitamos ejercer más la práctica que la teoría. Que realmente necesitamos comprometernos y desgastarnos haciendo todo lo que este a nuestro alcance para rescatar a todo el que lo necesite.
Autora: Brendaliz Avilés
Proporcionado para: www.destellodesugloria.org