Lectura: Romanos 2:17-24
Isaac era bajo y delgado, con ojos grises que parecían dos ranuras, una nariz aguileña y grandes pómulos. Cuando le propuso matrimonio a Elizabeth, ella dio una respuesta de lo más hiriente: «Sr. Watts, si tan sólo pudiera decir que admiro el estuche tanto como admiro a la joya que contiene».
Gladstone hace una perturbadora analogía entre la «joya» del evangelio y el «estuche» de la Iglesia. ¡Cuántas personas han rechazado las buenas nuevas debido a sus testigos a menudo sinceros pero con demasiado celo! ¿Acaso somos repulsivos y poco afectuosos sin saberlo? ¿Cómo podemos ser una «guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas» (Romanos 2:19) si la belleza de Jesús no puede verse dentro de nosotros?
Proclamemos el evangelio por todos los medios posibles. Pero oremos para que el Espíritu Santo nos haga amables y amorosos como personas, y libres de pecado para que podamos atraer a los demás hacia Él.
Reflexión: La rectitud en el corazón produce la belleza en el carácter.