Tengo la edad que quiero y siento

Tengo la edad que quiero y siento

mujer sabiaHabía dos leñadores uno joven y el otro viejo. Jugaron a quien talaba más rápido los árboles. El viejo ganó. El joven no lo podía creer y le preguntó cómo hizo para ganar. El viejo le contestó: “Cada diez minutos no sólo descansaba yo, sino que también afilaba el hacha”.

De los 40 a los 65 el tiempo pasa. Aparece  la vejez, el cuerpo cambia, aparecen los “a mí nunca” me había pasado esto, te duele el cuerpo por todos lados. También es la etapa de los logros, de la conquista; empezamos a pensar qué es lo que no logramos, qué es lo que no estudiamos; y tenemos que crecer para conquistar. Salomón en la media vida, le pidió a Dios sabiduría.

 Para que todas las bendiciones de Dios nos alcancen, hay que invertir tiempo en todo lo que nos ayude a seguir creciendo.

Tenemos el ejemplo de Ana cuyo nombre significa: “llena de gracia”. Ella era de la tribu de Aser que significa: “felicidad”. Era una mujer que mantenía el gozo de la infancia, ella no se perdía nada de la vida. Si se casó a la edad en que solían casar a las muchachas en Israel, tendría unos veintidós años al enviudar. Llevaría acudiendo al templo más de sesenta años, pero esos años ella los disfrutó, porque todo ese tiempo vivió teniendo una esperanza y la pudo alcanzar.  ¡Ana se regocijó cuando vio a Jesús siendo un bebé y “hablaba del niño”, ella declaraba con su boca que la mayor bendición que todos esperaban al fin había llegado!

Ana, siguió con su vida porque tenía una esperanza muy grande en su corazón.

Tenía  84 años de viuda, oraba, ayunaba, adoraba. Ella era de la tribu de Aser, y era hija de un tal Peniel, ¿por qué se lo menciona? Porque tú tienes que descubrir qué gente sembró en tu vida. El papá y la tribu de Aser sembraron algo en ella.

Hay gente que no fue tu familia, pero que te sembró bien.

A Timoteo le había sembrado fe su abuelita Loida, ese nombre significa: “amor victorioso”. Pablo fue como el papá espiritual de Timoteo y le sembró el apostolado y fue quien le dijo a Timoteo: “trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, en tu madre Eunice y estoy seguro que en ti también”. Esa anciana estaba llena del Espíritu Santo y  dedicó su vida a infundirle principios bíblicos a su hija y también a su nieto, por eso Timoteo, fue un hombre de convicciones  fuertes.

 La fe viene por palabras de estima, recuerda cada palabra de validación que hayas recibido, arráigala en tu mente y en tu espíritu y no te detengas. 

Por lo general la gente mayor siempre dice: “en mi época no era así”, no hay que decir así, porque ésta es tu época. “En mi época”; como si la época fuera la de antes. Nuestra época es la de ahora, no importa la edad que tengamos. Hoy estamos acá y tenemos que aceptar las limitaciones que el cuerpo nos pueda poner, pero nunca perder los proyectos que Dios nos ha dado, porque los sueños de Dios siempre son eternos.
Simeón tenía 80 años, pero él estaba en el templo de Dios, porque para Dios no importa la edad, importa que sigas adelante con los proyectos que él ha puesto en tu corazón.

Él pudo tener en sus brazos a Jesús, o sea, ¡abrazó el milagro y abrazó su sueño!

Un poeta decía:

“Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos.

Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos. Y las ilusiones se convierten en esperanza. 

Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.

Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos”.

Por eso nunca dejes de crecer, para que cuando llegues a la edad madura, la gente desee estar contigo, para que tus palabras estén llenas de gracia, como le pasó a Ana la profetisa. Nunca dejes de desear como lo hizo Simeón que deseaba ver con sus ojos lo que esperó durante toda su vida, y su deseo se hizo realidad, porque su relación con el Espíritu Santo se mantuvo intacta durante todos los años de su andar con Él. Y nunca dejes de alentar a los que vienen detrás de ti, dándole palabras de validación, porque ellos serán la prolongación de tu vida.

“Como palmeras florecen los justos;

como cedros del Líbano crecen.

Plantados en la casa del Señor,

florecen en los atrios de nuestro Dios.

Aun en su vejez, darán fruto;

siempre estarán vigorosos y lozanos,

para proclamar: «El Señor es justo;

él es mi Roca, y en él no hay injusticia».

Autora: Silvia Truffa

Escrito para www.destellodesugloria.org 

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