Merece lo que sueñas

MERECE LO QUE SUEÑAS

En el verano de este año recorría los cerros de Valparaíso en Chile y de pronto, me encontré con el peldaño de una escalera que tenía un mensaje muy especial. En ese momento lo capté y me gustó (de hecho, tomamos la foto que está acá al lado), guardándolo en mi recuerdo. Hoy, que ya está acabando el año, vuelve a aparecer esta foto con la inscripción en la piedra que dice lo siguiente: Merece lo que sueñas.

En el momento que volví a ver la foto, algo se estremeció dentro de mí. Casi pude escuchar la voz de Dios diciéndome que me merezca lo que sueño, porque si en verdad no estoy dispuesta a luchar hasta las últimas consecuencias, entonces ese sueño no era para mí, no porque Dios no quiera dármelo, sino que porque “no me lo gané”.

Siempre hemos escuchado que soñar  (tener proyecciones, planes, aspiraciones) es gratis y se ha utilizado muchas veces la expresión es “muy soñador/a” como un defecto en alguien que no tiene los pies puestos en la tierra o que es un idealista empedernido. Pero si me preguntan a mí, el más grande de los soñadores es Dios.

Imaginemos el escenario: no existe día ni noche, no existe cielo ni mar y de pronto…en un acto de creatividad extrema, el día se separa de la noche y se crean lumbreras para cada uno de esos momentos.  Luego, se separa el mar del cielo y de ahí en adelante una seguidilla de actos creativos que dieron nacimiento al mundo en el que vivimos hoy en día.  No me pueden negar que Dios realmente fue un soñador; un día Él soñó contigo y conmigo…y acá estamos: yo escribiendo y tú leyendo. ¿No es eso ser el más grande de los soñadores?

Con todo lo anterior, aunque Dios mismo había hecho la obra, siguió soñando en un proyecto más ambicioso aún: el hombre y la mujer. Yo siempre trato de imaginar estos momentos en la cabeza de Dios, lo que debe haber pensado y sentido en ese momento y, finalmente, me doy cuenta que crear al hombre no era lo importante…¡lo importante era seguir soñando!

Si tú eres un soñador o soñadora como yo, merece tus sueños. Lucha cada día en dirección a ese ideal, no te fatigues, y si lo haces, pídele a Dios que alimente ese sueño para poder seguir cobijándolo en tu pecho. No permitas nunca que algo o alguien arrebaten tu sueño o te haga parecer que será imposible. Te lo vuelvo a repetir: Merece tus sueños. Trabaja como si fueras la única persona en el mundo que va a recibir la recompensa por ese trabajo y amarra tus sueños, preparando el corazón para recibir y almacenar por lo que estás trabajando.

Si no estás dispuesto a recorrer lo que sea por lograr ese sueño que vibra en tu interior, entonces tal vez debes replantearte si es verdaderamente eso lo que quieres; pero si ese sueño es tu “bandera de lucha”, nunca debes permitir que alguien ice la bandera por ti o muestre más entusiasmo que tú mismo por aquel sueño. Merecer lo que soñamos es ser un kamikaze de nuestros sueños, aferrarnos a ellos con tantas fuerzas que nada nos puede separar. Y así mismo fue Dios, así fue Jesús.

Estoy segura que si pudiésemos preguntarle a Dios sobre la gran obra creadora que hizo, una de las cosas que más le agradaría de la humanidad es la capacidad de soñar, porque esa es una de las cosas que compartimos con Él, que nos acercan a Él…

Merece lo que sueñas. Merece lo que sueñas. Merece lo que sueñas. Merece o que sueñas, ¡No le endoses a nadie el gran privilegio que te da Dios a ti de ser un loco/a soñador/a!

Autora: Poly Toro

Escrito para www.destellodesugloria.org

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