Lo que nos motiva a hacer lo que estamos haciendo

Lo que nos motiva a hacer lo que estamos haciendo

Jesús escribió en Apocalipsis siete cartas dirigidas a siete iglesias. En cada una de ellas percibimos un mensaje diferente.

            En el capítulo 3, versículo 1, el Señor habla a la iglesia de Sardis, y dice: “Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives y estás muerto”. En nuestros días sería lo mismo que visitar una iglesia y admirar su alabanza, su predicación, su comunión entre los miembros y salir de allí impresionado con su vibrante vida, pero cuando convives día a día con ella, no tardas en percibir la frialdad, las contiendas, mentiras y tantos otros pecados. Aquella iglesia que parecía estar tan viva, en realidad está muerta y puede ya hasta estar oliendo mal.

            Creemos que muchos ya han tenido esta experiencia de pasar por una iglesia y en un primer momento encontrar que se trataba de algo muy vivo, pero luego descubren que estaba impregnada de muerte, al igual que Sardis.

            Pero ¿porqué esta iglesia estaba muerta? ¿Cuál era la razón?

            La Palabra nos dice que el motivo era: “porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios” (Ap. 3:2). La falta de integridad era la razón por la cual esta iglesia tenía apariencia de vida pero estaba muerta.

¿Qué es la integridad?

            La integridad tiene que ver con las intenciones; con la verdadera motivación que nos lleva a tomar alguna actitud; lo que realmente hay en el fondo de nuestro corazón.

            La mayoría de las personas viven mostrando una engañosa apariencia de una realidad que no existe. Jesús llama a estas personas hipócritas y nos aconseja que no sigamos ese ejemplo, pues cuando miramos hacia ellas nos hacen creer que tienen bondad, que son consagradas (aires de espiritualidad en sus oraciones, ayunan, conocen la palabra de Dios, tienen dones y hasta profetizan) y piadosos, pero si pudiésemos conocer sus corazones nos sorprenderíamos con sus maldades y deseos maléficos (I Samuel 16:7b).

¿Eres una persona íntegra?

            Esta es una pregunta difícil de responder.

            Si haces uso de tu integridad para responder a esta pregunta, puede ser que obtengas una respuesta negativa, es difícil ser íntegro cuando se trata de asumir un defecto delante del Padre.

            Puedes considerarte a ti mismo delante de Dios como alguien que está vivo, pero Él te conoce y pude ser que Él te esté diciendo: “Pareces vivo, pero en el fondo estás muerto porque no apruebo tus obras, ni hay en ti integridad delante de mi………”.

            ¿Piensas cantar, enseñar en la Escuela Bíblica, liderar ministerios que estén vivos espiritualmente? necesitas saber lo que Dios ve en tus motivaciones.

            ¿Qué nos motiva realmente a hacer lo que hacemos?

            Vamos a meditar en Apocalipsis 2:1-7. El texto dice que la iglesia de Éfeso trabajaba, se esforzaba, sofría pacientemente… era una “buena” iglesia. Ella tenía excelentes cualidades, aunque también algo que contrariaba a Dios: El hecho de que ella había abandonado el primer amor. Este fue el tropiezo que le hizo caer sin percibir su pecado.

            ¿Porqué hacemos lo que hacemos? ¿Qué nos motiva realmente? ¿será porque nos gusta cantar y tocar? ¿será porque tenemos un compromiso, una responsabilidad?, ¿o porque realmente amamos a Dios?.

            Nuestra motivación, tienes que ser necesariamente una pasión intensa por Jesús.

            Si hacemos la obra de Dios simplemente porque tenemos una responsabilidad, corremos el riesgo de dejar el primer amor.

            La iglesia en Éfeso trabajaba con mucha decisión y no se cansaba. (Apocalipsis 2:2). La palabra “labor”, usada en el texto significa trabajar hasta quedar exhausto. Ellos eran modélicos en su servicio y el Señor reconocía esto, pero a Dios le importaba que hubiesen abandonado su primer amor… por eso podemos trabajar hasta quedar agotados, pero lo que cuenta es lo que hay en nuestro corazón, lo que nos impulsa a hacer la obra de Dios.

            ¿Cual es nuestra motivación?. ¿Será el amor a Dios, o el amor a nosotros mismos? ¿Tal vez una realización personal o un sentimiento de amor propio para lograr alcanzar un status; satisfacción del ego por cantar o estar al frente; o marcas la diferencia amando a Dios incondicionalmente?.

            Podemos afirmar que cuando nos encontramos al frente de un trabajo, enfrentamos dificultades en hacer las cosas de corazón para Dios, porque en lo profundo, de vez en cuando, puede surgir un sentimiento egocéntrico que usurpa el lugar del amor a Dios. La preocupación pasa a ser: “yo”, para “mi” y “por mi”.. “¿quedaré bien?“ “¿les gustaré?”, “¿me elogiarán por esto o aquello?”. Recuerda: “De Él y por Él y para Él”. Tu nombre en esta historia solo cave en el Libro de la Vida.

            Quererse justificar es lo mismo que ofender a alguien con palabras y luego ir a implorar que lo perdone: “Mi intención no era esa”, “no me entendiste bien”. Yo no quería decir eso, quería decir otra cosa….”.

            ¿No dices lo que quieres decir? Tu boca dirá aquello que esta en tu corazón. (Mateo 12:34).

            Hay diferencia entre el comportamiento santo e íntegro aunque ambos siempre aparezcan juntos.

            Podemos entender que cuando hablamos de comportamiento santo, generalmente hablamos de cosas aparentes, exteriores, como: no robar, no adulterar, no mentir, etc…; pero cuando hablamos de integridad, hablamos de cosas interiores, por ejemplo: aunque no hallamos adulterado, tan solo el hecho de haberlo deseado de  corazón, ya nos imputa ese pecado. (Mateo 5:28).

Nuestro andar en la presencia de Dios, debe ser íntegro.

            En Génesis 17:1 la palabra “Sé perfecto”, en hebreo, trasmite la idea de integridad, pues, perfección da la idea de entero=íntegro.

            Cuando vamos solos, ¿tenemos los mismos conceptos y personalidad que mostramos en la iglesia? Por la noche, en la sala de TV, ¿pensáis que el tipo de programación que escogemos ver está en consonancia con la buena moral en la que fuimos instruidos?.

            El Salmo 139 nos muestra que debemos tomar conciencia de esto: “Dios nos examina, nos ve, nos conoce en todo”, porque Él es omnisciente y nada escapa de su conocimiento. No existe espacio, tiempo o dimensión capaz de ocultarnos de delante de Dios.

            Si existe algo escondido en el corazón, que nadie, ni nuestro mejor amigo, ni nuestro cónyuge sabe, y tenemos la intención de ocultarlo, Dios lo sabe. La integridad tiene que ver con esas cosas de nosotros mismos que no manifestamos, pero sí están, y mantenemos ocultas.

Dios no “prefiere” la verdad, aunque sea desagradable o dolorosa, Dios “quiere” la verdad plena y absoluta de tu vida.

Autora: Joelma Boaventura

Escrito para www.destellodesugloria.org

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