El Segundo Adiós

El SEGUNDO ADIÓS

Cinco de la mañana y suena el despertador. Me levanto en “piloto automático” para meterme en la ducha y comenzar un día importante: hoy mi hermana mayor se regresa a Austria. Cada vez que esto ocurre, quedo con una extraña sensación. Por una parte, la alegría de haber podido estar un tiempo con ella pero por otra parte, la tristeza de saber que se va y que volveremos a nuestro contacto por cámara, mensajes y mails.

Cuando llegamos al aeropuerto, nos sentamos a evaluar su visita, ambas nos quedamos con la sensación de que el tiempo pasó muy rápido y que sería fantástico tener un poco más de días. En silencio, le agradezco a Dios por su visita y le pido que conceda el anhelo de mi corazón, que es tenerla de regreso pronto, que estemos más cerca y juntas en el breve plazo. Ya llega la hora de embarcarse, me despido con el estómago apretado de ella, la abrazo apretado y le deseo buen viaje. En verdad no quiero que se vaya, pero me quedo con la sensación de que esta vez será por menos tiempo el que estaremos separadas. Su avión parte. Nuevamente somos sólo mi mamá y yo.

En el camino de regreso a casa, pienso en las cosas que hicimos juntas, los lugares que visitamos, las palabras que dijimos y las emociones que compartimos. Esta vez fue diferente, esta vez sentí que realmente ella es necesaria en nuestras vidas, así como sé que nosotras lo somos también. De todas formas, esta visita fue de ganancia para mí y espero que para ella también.

Cuando comienzo a re adaptarme a la rutina sin ella, recibo un mensaje de texto a mi celular. Una tormenta en Sao Paulo tiene a mi hermana detenida en el aeropuerto. Un aterrizaje de emergencia tiene a los pasajeros inmovilizados en Brasil y entre esos, está  mi hermana. Al poco rato recibo otro mensaje de texto diciéndome que ha perdido todas las conexiones con el resto de sus vuelos y que es probable que quede aislada en este país hasta el 4 días más. Mi corazón se agitó, me preocupé y le pedí a Dios que abriera las puertas para que le dieran una solución. Casi una hora más tarde me llama avisándome que la regresarán a Chile en un vuelo que llega esa misma madrugada y que aún no tiene una solución para su regreso a Austria, pero que sólo quiere volver a casa.

Muchos de nosotros no hemos perdido vuelos, tampoco hemos quedado aislados en aeropuertos extranjeros, pero muchas veces hemos experimentado esta sensación de querer “volver a casa” ¿verdad que sí?. Volver al lugar donde nos sentimos seguros, protegidos, amados y cuidados, en donde puede venir lo peor, pero sentimos que tenemos la fuerza para hacer frente a lo que venga. Este “hogar” significa para mí, volver a los brazos de Jesús.

Hay un versículo que especialmente toca mi corazón en el libro de Salmos capítulo 73:

“Entonces me di cuenta de que mi corazón se llenó de amargura,
   y yo estaba destrozado por dentro.
22 Fui tan necio e ignorante,
   debo haberte parecido un animal sin entendimiento.
23 Sin embargo, todavía te pertenezco;
   me tomas de la mano derecha.
24 Me guías con tu consejo
   y me conduces a un destino glorioso.
25 ¿A quién tengo en el cielo sino a ti?
   Te deseo más que cualquier cosa en la tierra.
26 Puede fallarme la salud y debilitarse mi espíritu,
   pero Dios sigue siendo la fuerza de mi corazón;
   él es mío para siempre.”

Cuando dice “él es mío para siempre” siento que ese “para siempre” retumba en mi interior. Es tan impactante para mí, que me hace sentir cerca de Cristo inmediatamente, en mi hogar, en sus brazos.

Cuando volvemos a llegar al aeropuerto en la madrugada tuvimos que esperar cerca de una hora más a mi hermana, cuando la vimos aparecer corrí a abrazarla y a quitarle su equipaje y envolverla en una manta. Ella nos abrazó y sólo dijo “no quiero viajar nunca más”. Muchas veces nosotros estamos igual de cansados, ya no queremos recorrer más, ya no queremos “viajar” más, sólo queremos llegar a nuestro hogar, a nuestro refugio.

Luego que descansáramos todos de esta extenuante jornada, se ordenaron las cosas y mi hermana regresará a Austria en dos días más, lo que le da tiempo para que la cuidamos y bajemos su fiebre (sí, además viajó agripada) y nos preparemos para este segundo adiós, que no será igual al primero, porque nos dio la oportunidad de demostrarle que acá estamos para ella, que para lo que necesite siempre correremos en su rescate, cuidado y protección. ¿Te suena parecido el modelo?. Así es, así mismo opera Cristo, Él está dispuesto a ir hasta los confines de la tierra a buscarte, cuidarte y esperarte. Él está siempre disponible para traerte a Su hogar, para darte un segundo adiós.

Nunca olvides lo que el libro de Salmos declara y que impacta mi corazón, nuestro es Dios es “nuestro PARA SIEMPRE”. Aprovecha los segundos adiós de Papá y permite que Él tenga cuidado de ti, como sólo Él lo sabe hacer.

Autora: Poly Toro

Escrito para www.destellodesugloria.org 

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