Viviendo en el espíritu – Reflexiones

VIVIENDO EN EL ESPÍRITU

Cita Bíblica: Isaías 58:13-14

Por favor cambia tu mente a la forma de la de un niño, para que puedas entender la Palabra que Dios tiene para ti hoy.

Todos los que queremos seguir a Cristo tenemos nuestras luchas contra la carne. Para algunos las luchas son contra la ira y el enojo, otros luchan contra el temor y la inseguridad, otros contra la duda; pero lo importante no es la lucha en sí sino el resultado de la misma, pues es el resultado de esa batalla lo que nos identificará como cristianos vencedores o como incrédulos perdedores.

En mi iglesia se va a realizar un campamento de niños que trata acerca del fruto del Espíritu Santo y se ha hecho mucho énfasis en que no se puede ir a ese campamento sin tener ese fruto en nuestra propia vida. He orado mucho por ese campamento, y Dios me dio una palabra que voy a compartir con ustedes ahora.

No sé si alguna vez habrán leído muchos pasajes en los cuales Dios nos incita a vivir conforme al Espíritu, me he cerciorado que no se trata de ir a la iglesia solamente, o de orar tres veces al día, o de hacer tantas obras de caridad como puedas; Dios habla de algo más grande, habla de un cambio que transforma la cotidianidad, que trasciende los límites de la religiosidad y se convierte en una nueva vida.

Tras leer estos dos versículos he aprendido lo que significa vivir conforme al Espíritu. Estoy seguro que el texto no hace referencia a un día simplemente sino que se refiere a un estilo de vida completo e integral que trasciende a la cotidianidad y a la esencia misma del ser. Jesús nos mostró una posición muy diferente al día de reposo a la posición religiosa que vendían los “maestros de la Ley” de su tiempo. Jesús no vino para derrocar el día de reposo, vino para perfeccionarlo; vino para enseñarnos el valor del verdadero descanso; el cual no reside en dormir por horas o hacer cualquier clase de extraños artificios para mantener la mente en calma, sino en entregar la vida completamente en sus brazos.

Permítame ir al texto y mostrarle las tres cosas que Dios manda que sacrifiquemos para venerar su reposo y deleitarse en su presencia:

  1. No andar en los propios caminos.
  2. No buscar la propia voluntad.
  3. No hablar las propias palabras.

No sé si lo nota, pero yo puedo observar un parecido muy grande entre estas palabras de Dios Padre y las Palabras de su Hijo que hablaban acerca de morir a sí mismo. A continuación una pequeña recopilación de estas enseñanzas del Gran Maestro:

“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” (Mateo 16:24)

“El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.” (Lucas 6:45)

“El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.” (Juan 12:25)

Básicamente, este texto de Isaías es un preámbulo y explicación del Padre respecto a las enseñanzas que vendría a dar su Hijo. Dios nos enseña que morir a nosotros mismos significa:

1. No vivas a tu manera, vive a la manera de Dios:

Vivir a la manera de Dios implica renunciar a todo lo que uno considera real, lógico y consecuente y hacer lo que Él diga aunque no satisfaga nuestro raciocinio. Pedro, cuando Jesús lo mandó a echar la red dijo: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.” (Lucas 5:5). El conocimiento de Pedro como pescador le decía que la petición de Jesús era ilógica, pero Él prefirió hacer caso a su Maestro por el simple hecho que Él se lo dijo, aunque contradijera así sus prejuicios de la realidad.

2. No busques tus propios deseos, vive para los deseos de Dios:

Un cristiano renuncia a sus sueños y deseos por cumplir los de Dios. Un cristiano no se preocupa más por sí mismo y decide vivir enteramente para la gloria de Dios y para el servicio a su obra. Cuando Jesús estaba en Getsemaní orando antes de su juicio dijo: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.” (Lucas 22:42)

Los deseos humanos son egoístas pues buscan el propio beneficio aún a costa del ajeno; pero los deseos de Dios son buscar el bien ajeno, aún a costa del propio. Hacer la voluntad de Dios implica dejar de hacer lo que yo quiero hacer para hacer lo que Dios me diga que haga.

3. Deja que Dios hable por ti:

También se debe renunciar a las propias palabras para que las palabras de Dios sean las que salgan de nuestra boca. Esto implica un cambio en el corazón, implica que ya no importan tus opiniones, o tus gustos, o tus pensamientos; todo ello lo pones a un lado y dejas que Dios hable a través de ti y no tú.

Básicamente lo que Dios nos está diciendo es: “Hazte a un lado y deja que yo viva en cambio de ti”. Hacerme a un lado y dejar que Cristo viva en cambio de mí es morir a sí mismo y también es nacer de nuevo en el Espíritu. Ningún cristiano puede producir el fruto del Espíritu si no ha nacido de Él.

¿Cuál es la recompensa de este acto de fe? Que el mismo Dios responda a esta pregunta:

“entonces te deleitaras en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado” (Isaías 58:14)

Descanso, esa es la recompensa que Dios ofrece para los que viven conforme al Espíritu y renuncian a vivir conforme a la carne:

“En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.” (Mateo 11:25-30)

Somos privilegiados de habérsenos revelado la verdad de Dios porque así le agradó hacerlo. Escuchemos atentamente su voz. El precio de seguir a Cristo es nuestra vida, pero la recompensa es el descanso para nuestras almas, una vida mucho que sobrepasa ampliamente cualquier cosa que podamos perder en esta.

NO PERDAMOS EL GRAN TESORO QUE ENCONTRAMOS. NADA VALE MÁS QUE ESTAR CON EL DIOS VIVO.

Autor: Juan Felipe Caro Valencia

Escrito para www.destellodesugloria.org

COMPARTE


Ahora puedes comentar con tu cuenta de Facebook: