¿Pasaremos el exámen?

¿Pasaremos el exámen?

Los siervos y las siervas de Dios, somos evaluados todo el tiempo. No solamente por el Señor, o por nosotros mismos, sino por aquellos a quienes ministramos con la Palabra, enseñamos, o incluso oramos intercediendo por sus necesidades. Las personas que de una u otra manera, depositan en nosotros su confianza, necesitan confirmar que: “…verdaderamente somos varón o mujer de Dios, y que la Palabra de Jehová es verdad en nuestra boca” (1 Reyes 17:24) No dudan del Señor, sino de quienes le representamos a Él.

Por supuesto que tienen, todo el derecho de dudar, porque lastimosamente ¡hay demasiados charlatanes, ocupándose de las cuestiones espirituales! Mercaderes del templo, que solo buscan lucrar con la fe. Son “avivados”, pero no con fuego del Espíritu Santo. No es ese “Avivamiento” el que se ve reflejado en ellos, sino el mezquino y oscuro deseo de tener fama, reconocimiento y aún ventajas materiales por el supuesto “servicio a Dios”.

Están siempre agazapados, esperando para dar el “golpe de gracia”. Estos casos de burda manipulación religiosa, no son nuevos. Se les llama “simonía”, por aquel mago de nombre Simón, que quiso negociar con los dones, la gracia, la autoridad y la unción del Señor. (Hechos 8:5-22) Son personas sin escrúpulos, que lejos de servir a Dios, se sirven de El. Lanzan profecías mentirosas; palabras que ¡jamás salieron de la boca de Dios! Crean falsas expectativas y hacen tropezar a los fieles incautos, que recurrieron a ellos, por necesidad.

El profeta Elías, seguramente también habrá causado a aquella mujer, la viuda de Sarepta la impresión de ser un charlatán (1 Reyes cap. 17) Es que en medio de una crisis tremenda de hambruna y sequía, este varón judío, llegó a su casa para pedirle agua y alimentos. Cosa que ella obviamente no tenía. Elías sonaba como poco caballero, insensible y hasta impertinente, por pedir que se le prepare la torta de harina y se le sirviera el agua, primeramente a él. Parecía no tomar en cuenta la situación y la angustia por la que estaban atravesando la viuda y su hijo.

Incluso Elías (como buscando respaldar semejante pretensión) lanza una palabra profética, a la que la viuda sin embargo, ¡hizo muy bien en creer!: “Porque Jehová, Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra” (1 Reyes17:14) Aquella palabra era de Dios ¡porque se cumplió! “Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías” (1 Reyes 17:16) No obstante, la mujer necesitaba algo más contundente, para darle al profeta, todo el crédito como siervo de Jehová.

Elías debería ser utilizado poderosamente por Dios, para realizar aquel milagro de devolverle a esa madre, a su hijo sano y salvo. Evidentemente, era el plan de Dios, que el profeta llegara a la vida de estas personas, para cumplir una misión. ¡Y el milagro sucedió! “¡Elías le trajo a su hijo con vida!” (1 Reyes 17: 19-23) Recién entonces, ante tan manifestación de Dios, aquella mujer, le dio crédito al profeta; tuvo que reconocer que Elías ¡de veras era un siervo poderoso de Jehová! y por consiguiente este no era un charlatán ¡no mentía!

Elías salió completamente aprobado como siervo de Dios. Tú y yo… ¿salvaremos el exámen? ¿Lograremos con nuestro accionar, arrancar esta tremenda confesión que hizo la viuda de Sarepta:

“Ahora conozco que tú eres varón de Dios y que la palabra de Jehová, es verdad en tu boca!”

(1 Reyes 17:24).

Autora: Estela Schüsselin

Escrito para: www.destellodesugloria.org

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