El buen pastor

 El buen pastor

Escrito por Lilo de Sierra

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“Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas”.

(Juan 10:11 NVI)

Alfonso Guevara, fundador de la segunda Calvary Chapel hispana con más de treinta y tres años de pastorado, en su libro “Pastores de carne y hueso”, presenta las siguientes desalentadoras estadísticas: El 50% de los matrimonios pastorales terminan en divorcio; el 80% de los pastores se sienten inadecuados y desanimados en su rol; el 15% los lunes en la mañana contemplan la posibilidad de dejar el ministerio; el 70% no tienen amigos cercanos ni personas con quienes hablar confidencialmente y el 80% cree que el trabajo pastoral ha afectado negativamente sus familias.

Los idealizamos, exigimos en ellos perfección y no les perdonamos ni el más mínimo error. Son personas de carne y hueso como cualquiera de nosotros. Son cabeza y proveedores del hogar y tienen la responsabilidad delante de Dios, de llevar con integridad su palabra, levantar la iglesia que lideran y dar testimonio, no sólo a su congregación sino al interior de sus hogares.

Cuando le pedí a Dios un esposo pastor, creo que no dimensionaba lo que significaba tal posición de liderazgo. Aún no he visto cumplida esa promesa, pero cada día aumenta en mi corazón la necesidad de prepararme como ayuda idónea, columna y soporte espiritual de mi esposo, para que cuando sea llamado a serlo, esté lista para respaldar en oración su pastorado como es debido.

Asistimos a la iglesia cada domingo, esperando recibir una palabra de aliento después de una semana difícil, inspirados y animados por aquel que pareciera llevar una vida perfecta y plenamente feliz; ignorando que detrás de esa fachada de hombre fuerte, existe una persona que no está exenta a desafíos, problemas y luchas en medio de la soledad, que frecuentemente experimentan por la posición que ostentan.

Interceden y oran por los demás y muchas veces deben pedirles a sus ovejas que oren por ellos, porque sólo Dios sabe lo que piensan y lo que sienten cuando son señalados y juzgados, sin darles la oportunidad de defenderse. Son pastores, pero también son esposos y padres. Deben compartir su corazón con miles de personas que no reconocen sus esfuerzos; se quebrantan de dolor cuando su casa se estremece y tú, ¿esperas un saludo y que te pregunte cómo estás?, te has detenido a preguntarle ¿cómo se siente él? ¿Si necesita algo de ti?, es tal su compromiso con el Señor, que se llenan de alegría cuando ven la restauración de la gente que los rodea y dan su vida entera por su bienestar, a pesar de sus heridas, calumnias y ataques certeros directos a su corazón.

Los criticamos y presionamos, ignoramos por completo su esfuerzo por dar lo mejor. Buscan dirección para lograr el equilibrio perfecto entre la iglesia y su familia, Dios es quien los anima y les da la fuerza para cumplir con su misión, sobre todo en momentos en los que nos creemos con el derecho de generalizar y decir que TODOS son deshonestos y se roban la plata, que viven como reyes porque se aprovechan de los diezmos o que no son dignos de estar en el pulpito porque según nuestro criterio humano no se lo merecen.

¿Quiénes somos nosotros para atrevernos a difamar o emitir palabra alguna en contra de éstos hombres que han acudido a su llamado? ¿Acaso no nos ha dicho Dios que TODAS nuestras autoridades han sido escogidas por Él para un propósito? ¿Podemos cuestionar las decisiones de Dios?; ni tú ni yo, podemos poner en duda la sabiduría del Señor, cuando Él decidió que ellos fueran cabeza de su iglesia. Ellos no nos representan a todos los cristianos, se lo he escuchado decir a muchas personas que en la actualidad se han levantado en rebeldía y han tomado la decisión de abandonar la congregación en la que recibió al Señor Jesús y comenzó a disfrutar de una nueva vida con Él, y quizás tienen razón. Hoy quisiera decirles que ellos representan a Jesucristo y al hacerlo bien o mal, le están faltando a Él y no somos quién para tacharlos de inmorales.

Jesús exhortó a sus seguidores a respetar y orar por sus autoridades y no creo que Herodes, Nerón o Calígula fueran líderes honestos, sensibles ni mucho menos justos con el pueblo. La reflexión que les dejo con éste escrito es la siguiente… ¿Acaso no es Jesús nuestro modelo a imitar?

“Todos deben someterse a las autoridades públicas, pues no hay autoridad que Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron establecidas por él. Por lo tanto, todo el que se opone a la autoridad se rebela contra lo que Dios ha instituido. Los que así proceden recibirán castigo”.

(Romanos 13:1-2 NVI)

Escrito para www.destellodesugloria.org

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