Sueños rotos, golpes bajos

Sueños rotos, golpes bajos

Escrito por Lilo de Sierra

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De igual manera, ustedes esposos, sean comprensivos en su vida conyugal, tratando cada uno a su esposa con respeto, ya que como mujer es más delicada, y ambos son herederos del grato don de la vida. Así nada estorbará las oraciones de ustedes.

(1 Pedro 3:7 NVI)

Sé lo que una mujer siente cuando su integridad es mancillada y su dignidad demolida por los golpes de aquel que ha sido designado por Dios para amarla, respetarla y tratarla como el más fino y elegante vaso frágil.

No es fácil entender que una persona en apariencia piadosa y temerosa de Dios se atreva a atacar física o sicológicamente a una de sus hijas. Escribo éste artículo para intentar darle una perspectiva distinta a una lucha que miles de mujeres viven, permaneciendo cautivas en una relación que entristece al Señor en todos los sentidos.

Lo primero que quiero que entiendas es que eres valiosa para Dios, que lo realmente importante es lo que piensas de ti misma. Quizás te sientas menospreciada y humillada y aunque tu pareja justifique sus acciones con las actitudes que hayas tenido, no le da el derecho de maltratarte. Dios le dio autoridad como sacerdote de su hogar pero jamás le autorizó pisotearte.

La impotencia, confusión y profundo dolor no le es indiferente al Padre TODOPODEROSO. Su palabra dice, que el juzga de acuerdo a las acciones de los hombres y esta situación no es la excepción. La gente ve a Dios como machista pero están equivocados, cada golpe, cada mala palabra, muestra de altivez y orgullo será cobrada con creces, hasta lograr el total arrepentimiento y cambio de aquel que hoy le rinde tributo al diablo con sus decisiones.

“Está escrito: «Tan cierto como que yo vivo —dice el Señor—, ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua confesará a Dios.»”

(Romanos 14:11NVI)

Duele el cuerpo pero no más de lo que duele el alma. Esta es mi manera de protestar contra aquellos hombres que se aprovechan de su fuerza para que otros vean quien es el que manda en su casa. Firmemente les digo que el respeto se gana, no se exige. Por nuestra emocionalidad somos necias al proferir insultos, gritar y decir muchas cosas en medio del acaloramiento, nuestra voz será fuerte pero su efecto jamás será el mismo al de un puñetazo, empujón o estrujón del ser amado, porque además de arremeter contra su integridad física, destruye desde lo más profundo del corazón el amor que allí existe para ustedes. Nuestra alma ha sido fraccionada en mil pedazos, después de una situación como la que describo, es muy difícil volver a unir lo que ya está roto, si tienes suerte, serás perdonado por la gracia de Dios, pero las cicatrices permanecerán por siempre para recordarnos quienes somos en Cristo y lo fuertes que podemos llegar a ser de su mano.

Nuestro comportamiento también es reprochable desde todo punto de vista, les debemos sumisión y respeto a nuestros esposos y es cuando esto no sucede que las dos partes pierden el control… pero acaso ¿el matrimonio se asemeja a un rin de boxeo en el que se dirimen las diferencias? ¿Es ese el plan perfecto de Dios?

Levantar la mano en contra de tu cónyuge es levantar la mano contra Dios. Herir sus sentimientos y actuar como si fueras una piedra insensible y sin escrúpulos, solo empeora las cosas.  El amor permanece para siempre y estoy segura que no desaparece de la noche a la mañana, pero no estamos obligadas a entregar a discreción nuestra dignidad, por el contrario, es Dios quien nos da la fuerza y el poder para salir adelante sin temores, sin reservas, al creer que TODO lo puede en nuestras vidas y es Él mismo quien nos anima a que si nos encontramos en peligro lo prudente es alejarnos y mantener distancia por nuestra protección y seguridad.

Yo hoy las llamo a denunciar, a buscar la ayuda de un buen consejero espiritual, a no quedarse calladas, a no permitir que sean ultrajadas por el ego masculino, a llenarse de valor, a reclamar su posición de guerreras valientes en un campo de batalla asegurado por el Señor. Vendrán mejores tiempos en los que la confianza en Dios las sostendrá  y su amor calmará tempestades, derribará gigantes y les dará la fe suficiente para creer que Él está de su lado para defender su causa de mujeres incomprendidas.

A ustedes hombres, los exhorto a no arrojar a la basura las hermosas bendiciones que el Señor les ha concedido. Una vida íntegra y santa en la garantía para el cumplimiento del plan y propósito de Dios en su existencia.

Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra,  para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable. Así mismo el esposo debe amar a su esposa como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo, pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida, así como Cristo hace con la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo.  «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo.»  Esto es un misterio profundo; yo me refiero a Cristo y a la iglesia. En todo caso, cada uno de ustedes ame también a su esposa como a sí mismo, y que la esposa respete a su esposo”.

(Efesios 5:25-33 NVI)

Escrito para www.destellodesugloria.org

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