Aún puedes salvar tu matrimonio

Aún puedes salvar tu matrimonio

Por Lilo de Sierra

Aun puedes salvar tu matrimonio

“Gotera constante en un día lluvioso es la mujer que siempre pelea. Quien la domine, podrá dominar el viento y retener aceite en la mano.”

(Proverbios 27:15-16 NVI)

Ana Rosa Sarmiento Acelas, una mujer de 60 años y con más de 38 años de experiencia en cómo llevar un buen matrimonio, me dijo alguna vez, que el éxito del mismo, depende 100% de la mujer. Para ese entonces, influenciada por una sociedad arraigada en el concepto de liberación femenina, veía los consejos de mi madre como obsoletos, pasados de moda y nada que ver, para lo que yo deseaba experimentar dentro del hogar que había decidido constituir.

Me casé muy joven, a los 23 años, era madre de dos hermosas princesas, una mujer trabajadora, exitosa en mis actividades diarias, pero fracasada en el seno de mi hogar por ignorancia más que por ausencia del amor. Por esto, quisiera compartir con ustedes, lo que considero, fueron mis errores dentro de la perspectiva bíblica que yo poseo al conocer de Cristo y la verdad de su palabra:

  1. Luego Dios el Señor dijo: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada.» (Génesis 2:18 NVI): ¿Qué significa ser ayuda idónea?, es ser apoyo, complemento, es estar SIEMPRE presente cuando el otro lo necesita. Creo que actué de manera equivocada, cuando resalté sus faltas, exalté las cosas negativas en él, no reconocí su actitud de querer arreglar las cosas en los momentos difíciles y me comporté como piedra de tropiezo en sus planes y sueños. Al casarnos, nos convertimos en una sola carne, pero no existía unidad en ninguna de las áreas de nuestro matrimonio, prevalecía el tratar de demostrar que yo lo podía hacer TODO sin él. También Dios dijo “dejarás a tu padre y a tu madre”, pero constantemente, los involucraba a ellos en los conflictos diarios o en las decisiones importantes, robándoles a mis padres su tranquilidad y paz en el corazón.
  1. “No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto; más bien, bendigan, porque para esto fueron llamados, para heredar una bendición” (1 Pedro 3:9 NVI): Era grosera, mal hablada, no media mis ataques llenos de furia, con dardos que salían todo el tiempo de mi boca, para que él entendiera que sus acciones me dolían, muchas veces le grité que se fuera, perdí la cuenta de las veces que le dije que si no me quería pues que se fuera con otra y que yo podía sacar adelante a mis hijas sola. Me convertí en la mejor lanzadora de lo que tuviera a mi alcance, buscando golpearlo. No medí la consecuencia de mis palabras y desconocía por completo el poder que tienen. Finalmente, todo se cumplió a cabalidad, se fue, me cambió por otra y tuve que salir adelante sola con mis hijas.
  1. Esposas, sométanse a sus esposos, como conviene en el Señor. (Colosenses 3:18 NVI):

El mundo nos vende la idea que someternos es no tener dignidad. Lo cierto, es que es un mandato de Dios respetar la autoridad de nuestros esposos. Aclaro, autoridad no autoritarismo y de ninguna manera, es aceptable para el Señor, que te aguantes los maltratos psicológicos, verbales y/o físicos de un hombre. Nunca lo hice, impuse mi voluntad, quería que las cosas se hicieran de la manera que yo quería, muchas veces lo desautoricé y ridiculicé delante de otras personas, lo que yo pensara, dijera o sintiera, era verdad absoluta. Después de enterarme de su primera infidelidad, abandoné mi rol de esposa por completo, mostré mi rebeldía, al no querer atender sus necesidades. Cocinar, lavar, planchar, arreglar mi casa, organizar sus cosas, estar pendiente de él cuando estuviera enfermo, era para mí sinónimo de esclavitud y no estaba dispuesta a eso.

No tenía claro, que al evitar cumplir éste precepto, tendría que rendirle cuentas a Dios por mi desobediencia. Él no dijo, sométete y respétalo solo cuando se lo merezca, Él dijo, sométete en TODO. Es así, que si no estoy de acuerdo con mi esposo en algo, mi deber es orar por esa situación y no entrar en confrontación, porque al igual que nosotras, ellos deberán asumir la responsabilidad de sus decisiones y tendrán que pasarle informe al Todopoderoso por ellas.

  1. «Si se enojan, no pequen.» No dejen que el sol se ponga estando aún enojados, (Efesios 4:26): Nos acostábamos a la 1:00 a.m. de la madrugada peleando y nos levantábamos a las 5:00 a.m. peleando. No parábamos, pero adivinen quien era la que más hablaba, ¡pues yo!, hasta que me dijo un día que dijera lo que dijera, el no entendía, porque todo le entraba por un oído y le salía por el otro; cada argumento dado, carecía de valor, pues el mensaje era comunicado de manera errónea. A punta de cantaleta, no se solucionan las cosas, es una realidad.
  1. El orden de las prioridades: No hay un versículo específico en la Biblia, que soporte de manera general lo que les voy a hablar en este punto, pero si son varios los que se refieren de manera específica a cada uno de ellos:
  • Dios: La prioridad número uno debe ser DIOS. Debemos amarlo con todo nuestro corazón, nuestra alma y nuestras fuerzas (Deuteronomio 6:5 NVI).
  • Nuestro esposo(a): Se nos ordena someternos a nuestro esposo como al Señor, él es cabeza, es autoridad (Efesios 5:22).
  • Hijos: Jamás deben estar por encima de nuestro cónyuge. Los amamos, los cuidamos, los instruimos, disciplinamos, pero no deben interferir en la unidad de la pareja (Proverbios 22:6)(Efesios 6:4).
  • Padres
  • Parentela y amigos
  • Trabajo

Si eres una mujer que desea un matrimonio conforme a la voluntad de Dios, debes tener un corazón dispuesto a cumplir el orden de las prioridades mencionadas. Ningún éxito profesional, una lista de amigos, tu parentela o tus hijos, podrán suplir el vacío y desastre emocional que deja una separación. Tu esposo y tu, son una sola carne, al separarse, es como si se desgarrara el alma en el proceso.

Nuestros errores en conjunto, nos llevaron directo al abismo del divorcio. Reaccioné un poco tarde, para comenzar a orar por mi hogar, por mi esposo, aunque conocí a Dios, y quise remendar las grietas causadas, no hubo vuelta atrás. La misericordia de Dios, me concedió un nuevo hogar, y no se tu, pero yo no pienso cometer los mismos errores de mi pasado.

Hoy, valoro a mi esposo porque en medio de su imperfección es perseverante en mejorar y me motiva a cambiar aquello que debo cambiar, para mantener la unidad de nuestro hogar. Dios vive y reina en nuestros corazones, y para nosotros es primordial, que sea Él quien permanezca, porque sin Él nada podremos lograr.

Perdonar, ceder, omitir y cubrir los errores, son características propias del amor verdadero, hacerlo no es fácil, pero en Dios, no es imposible, aún estas a tiempo…

“El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”

(1 corintios 13:4.7)

Escrito para: www.destellodesugloria.org

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