Un ser humano sin Cristo

Un ser humano sin Cristo

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Un ser humano sin Cristo puede parecer vivo pero en realidad está muerto.

Un ser humano sin Cristo puede aparentar gozo pero es algo momentáneo; cuando pierde aquello de lo que depende su “felicidad” (dinero, posición, estatus, trabajo, un ser querido, etc.) se revela la verdadera desnudez en la que se encuentra su alma.

Un ser humano sin Cristo puede verse prospero; sin embargo, sus riquezas son netamente superficiales, ninguna de ellas puede darle lo que sólo Dios por medio de su Hijo nos puede dar.

Un ser humano sin Cristo puede considerar estar en bendición; lastimosamente no hay peor engaño que la satisfacción que produce el darle a la carne lo que desea.

Un ser humano sin Cristo puede decir que es hijo de Dios, pero el cómo anda y vive en este mundo lo hace ver en realidad como un huérfano más.

Un ser humano sin Cristo puede gritar a los cuatro vientos el amor que dice tenerle a Dios; sin embargo, la manera en que vive demuestra realmente cuánto lo aborrece.

Un ser humano sin Cristo puede hacer diversas obras a las que se les denomina “buenas”, lo que pasa es que ninguna de ellas será lo suficientemente agradable delante de Dios porque no se hicieron para glorificar su Santo Nombre.

Un ser humano sin Cristo puede vivir convencido de que está en las manos de Dios, cuando la verdad es que su pecado lo aparta cada día más y más de su gloriosa presencia.

Un ser humano sin Cristo puede creer que está firme en los caminos del Señor, pero al mismo tiempo su confianza se convierte en una trampa mortal que lo lleva poco a poco hacia la destrucción.

Un ser humano sin Cristo puede saber que Él murió en una cruz y que resucitó al tercer día; sin embargo, nunca ha experimentado lo sobrenatural de estas maravillosas obras.

“Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo único para que todo el que crea en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de Él. El que crea en el Hijo de Dios no será condenado. Pero el que no cree ya ha sido condenado por no haber creído en el Hijo único de Dios. La gente del mundo será juzgada porque con sus malas acciones no quiso la luz que vino al mundo, sino que prefirió la oscuridad. Todo el que odia la luz no se acerca a ella porque la luz muestra todo lo malo que ha hecho. Pero el que practica la verdad se acerca a la luz para que muestre que sus hechos se hicieron por obra de Dios”. Juan 3:16-21 (Palabra de Dios para Todos). 

“Hijitos míos, les escribo esto para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos un defensor ante Dios: Jesucristo, el Justo. Él sacrificó su vida para quitar nuestros pecados y no sólo los nuestros, sino los de todo el mundo. Podemos estar seguros de que conocemos a Dios si hacemos lo que Él nos manda. Alguien puede decir: «Yo conozco a Dios», pero si no obedece sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en su vida. Pues el amor llega a su perfección cuando uno obedece lo que Dios enseña. La prueba de que andamos bien con Dios es la siguiente: el que dice que permanece en Dios, debe vivir como vivió Jesús”.

1 Juan 2:1-6 (PDT).

¡Padre Celestial, permítenos experimentar genuinamente a tu Hijo Jesucristo, para tu gloria, amén!

Por: Marisela Ocampo O.

Escrito para www.destellodesugloria.org

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