Una predica con poder

UNA PREDICA CON PODER

poder del espiritu santoUna de las experiencias más sobrenaturales que he podido vivir desde que le entregué mi vida a Jesucristo, es el momento en el que se ministra la palabra con poder del Espíritu Santo; pero también puedo ver como la palabra pierde poder cuando es ministrada con motivaciones distintas a su voluntad, ministrada por el hombre sin la unción que viene de Dios.

No hay nada más triste que asistir a una iglesia en donde se predique de todo, menos de Jesucristo; no hay nada más triste que asistir a una iglesia con hambre y sed de Dios, y en lugar de saciar esta necesidad divina resulta que el predicador está aprovechando el momento para sacar los “trapitos al sol y echar indirectas” porque tiene cualquier asunto pendiente con alguna de las ovejas; no hay nada más triste que escuchar palabras bonitas en una predica pero sentir que el corazón del predicador se encuentra herido y cargado de todo lo contrario a lo “lindo” que está hablando.

Cuando encontré la verdad en Jesucristo y salí de la mentira tradicionalista en la que me encontraba, pude entender la diferencia entre una predica natural y una predica sobrenatural: una predica natural dada por el hombre, ministro o no, está fundamentada en argumentos, emociones y motivaciones propias y puede sonar muy acorde a la palabra de Dios pero si no tiene la presencia del Espíritu Santo, no pasa nada, no es más que una linda conferencia; pero cuando una persona habla con la unción del Espíritu Santo sea o no ministro, sus palabras no regresan vacías a él sino que cumple el propósito por el cual el Señor quiso que las hablara; hay poder transformador, confrontación, los corazones se inquietan y el espíritu empieza a vivificarse. Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo, y no vuelven allá sin regar antes la tierra y hacerla fecundar y germinar para que dé semilla al que siembra y pan al que come, así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos. Isaías 55:10-11 (Nueva Versión Internacional).

Cuando una predica termina y queda hambre, sed y pasión por el Señor, se puede tener la plena seguridad de que fue el Espíritu Santo quien ministró, pero cuando en el transcurso de la predica se mira el reloj, las personas se distraen con cualquier cosa, cuando se sale de la iglesia igual a como se entró, cuando se siente que nada sucedió; fue el hombre que por más bonito que habló, simplemente habló, sin poder alguno de parte de Dios. Ahora, no todas las veces es la falta de unción o de la presencia del Espíritu Santo del predicador; cuando éste no es el caso, son entonces las mismas personas que no tienen su corazón dispuesto para Dios, son las personas las que carecen de la presencia divina de Jesús en sus vidas y esto por la falta de una relación genuina con Él, y en este caso, por más presencia del Espíritu Santo de Dios que haya en la atmósfera, en un corazón endurecido la palabra de Dios no entra y no puede hacer una obra transformadora. Si se quiere experimentar el poder de la palabra hay que rendir el corazón ante Dios.

Todo esto me lleva a la misma conclusión: cuán importante es nuestro tiempo de intimidad con el Señor, un tiempo en el que se experimenta verdaderamente “una predica con poder” donde el predicador es el mismo Espíritu Santo de Dios; es en ese tiempo en el que podemos realmente experimentar el poder de su palabra y el cambio que necesitamos tener para caminar de una forma fidedigna ante Él. Muchas personas pretenden llenarse de Dios en la iglesia y que esa llenura les alcance para toda la semana, cristianos domingueros a los que les hace falta mayor entrega y mayor esfuerzo, cristianos que convierten a Jesucristo en una tradición, en una religión y no en una relación.

Todo creyente sin importar el rango ministerial tiene el deber de apartar diariamente este tiempo de intimidad con Dios, es un tiempo único en el que podemos tener la certeza de que el predicador está hablando con la verdad y está siendo una imagen real de lo que nos está diciendo, es un momento sobrenatural en el que no vamos a encontrar error en el mensaje que nos están transmitiendo porque es el mismo Espíritu Santo de Dios quien nos lo está revelando, es un tiempo donde nos llenamos de su unción para que a la hora de ejercer sus obras no haya necesidad de hacer ningún esfuerzo natural, porque la gracia de Dios está obrando por sí sola. A todo predicador se le nota que está lleno de unción no porque oró antes de comenzar la predica, sino porque es vivo testimonio de la relación y experiencia diaria que tiene con el Señor.

Pido al Señor que todos los ministros y líderes de las iglesias entiendan que los ojos de Dios están puestos sobre ellos y que las motivaciones que los llevan a predicar salen al descubierto cuando la presencia del Espíritu Santo está dentro de la iglesia, en el corazón de las ovejas a quienes se les predica. Cada gesto, cada palabra, cada movimiento da testimonio del amor de Dios que hay en nuestro corazón, todos sin excepción somos testimonio de la imagen del Señor y no olvidemos que del testimonio que demos, depende de que sirvamos o no de inspiración para que otros decidan seguir a Jesús.

Para terminar, una predica con poder requiere de la presencia del Espíritu Santo y su presencia no se obtiene diez minutos antes de que empiece la predica, una predica sin su divina presencia no es más que una conferencia que se olvidará a la salida de la iglesia. Cuando vamos a una iglesia es a disfrutar, a deleitarnos y a llenarnos más de Dios, que cada vez que entremos a una iglesia salgamos satisfechos y deseosos de seguir alimentándonos de su amor y “cumplir con este propósito es una responsabilidad del que recibe la predica y del predicador”. Que sea entonces el mismo Espíritu Santo de Dios dándonos el hambre y la sed que necesitamos para aferrarnos más a su presencia, no sólo los domingos sino todos los días de nuestra existencia.

¡No olvidemos que JESUCRISTO ES RELACIÓN, no religión, tradición o legalismo!

Autora: Marisela Ocampo Otálvaro

Escrito para www.destellodesugloria.org

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