Acuérdate de tu Dios

“Acuérdate de tu Dios”

“Acuérdate de los tiempos antiguos, considera los años de muchas generaciones”

Deuteronomio 32:7

Dios es misericordioso, pero a la vez es severo. Él derramaba su gracia infinita sobre el pueblo de Israel, pero también los castigó terriblemente cuando desobedecieron con rebeldía. Sin embargo, Dios tenía preparado el camino de la restauración.

Esto nos muestra con claridad los atributos de Dios: la justicia y el amor. Dios castiga sin excepción a los que violan su Palabra, porque Él es justo; pero, Él es amor y brinda su gracia a los que se arrepienten y se vuelven a Él. El pueblo de Israel fue llevado cautivo y perdió su tierra prometida; pero, por el amor de Dios, fue restaurado.

Nadie podría sobrevivir si Dios no tuviera amor, sino sólo justicia. Estos dos atributos de Dios se conjuntaron en la cruz. Toda la ley se cumplió al ejecutar al “culpable” en la cruz. Por eso, en la cruz se cumplió la justicia y el amor perfecto de Dios.

Desafortunadamente, el pueblo de Israel olvidó el amor de Dios que lo salvó y guió desde Egipto. A pesar de que Dios era su Padre y los protegió, el pueblo se olvidó de esta verdad. La razón por la cual Israel no pudo ser un pueblo bueno y obediente en el desierto y cometía pecado de desobediencia una y otra vez, fue porque se olvidó de Dios.

Nosotros también, si nos olvidamos de Dios y de su gracia, podemos llegar a cometer toda clase de pecados. Por tanto, debemos recordar la cruz de Jesús, la infinita gracia de Dios que no se compara con el agua de la roca, el maná o las codornices.

El mismo cuidado de Dios que estuvo siempre sobre el pueblo de Israel está hoy sobre nosotros. Debemos reconocer y recordar lo que Él ha hecho en nuestras vidas todos los días, no olvidando ninguno de sus beneficios (Sal. 103:2).

Dios es nuestro verdadero Padre; no importa en qué situación estemos, Él nunca nos dejará, nunca nos desamparará. Isaías lo afirma así: “Pero Sion dijo: Me dejó Jehová, y el Señor se olvidó de mí. ¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros”, (Is. 49:14 – 16).

Meditemos en la gracia de Dios que nos abrió el camino hacia la salvación por medio de la cruz y la resurrección. Recordemos siempre que Dios es nuestro Padre para expresarle nuestro amor como hijos suyos.

¡Acordémonos de Dios siempre!

Autora: Alma Delia Ponce

Escrito para www.destellodesugloria.org

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