Ubicando la fe en la Persona correcta

Ubicando la fe en la Persona correcta

“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros”.

Juan 14: 1,2

No nos debe extrañar que el hombre sea religioso porque fue creado para creer, la fe del Creador fue puesta cuando sopló aliento de vida sobre él, cuando sólo era un cuerpo de barro sin ningún indicio de vida humana. Si salimos a la calle a preguntar a las personas si creen en Dios, no hay duda alguna que si no todos, la gran mayoría nos responderá que sí, y muchos para justificar la falta de dirección de ese creer dirán: “sí, yo creo en Dios, pero a mi manera”, a esto, Jesús le llama turbación. De ningún modo Él está diciendo que el corazón se turba por creer en Dios, sino que la turbación se produce porque esa fe no está enfocada en la Persona que corresponde.

Creéis en Dios, creed también en mí”, ¡que palabras más potentes de Cristo Jesús!; resulta imposible separarlas, no cabe cuña alguna en esta maravillosa frase, es una unidad granítica. Excluye a todo aquél, que pretendiendo una supuesta deidad, demande para sí una atención que sobrepase los límites humanos. Jesús vino para darle dirección a la fe. El primer intento lo hizo Dios, cuando dio a conocer la razón de sacar de los lomos de Abram un nuevo pueblo, que no era otra cosa que dar a conocer Su Nombre a todas las naciones, estas, altamente paganas e idólatras. Siempre la gente ha tenido problemas para enfocar su fe, motivados por su propia ignorancia,  por la influencia de otros, o por ser fiel a una costumbre o tradición familiar. Yo creía en Dios, de corazón creía en Él, pero mi fe se enfocaba en la imagen de un Cristo crucificado puesto en un altar, mi fe era sincera, pero mal dirigida; cuando fui confrontado por el Señor resucitado, lo primero que hizo, fue darle dirección a mi creer, se encauzó hacia Su Persona, solo allí mi fe tuvo su razón de ser.

La Palabra de Dios dice en Marcos 16:15: “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”, sabemos que el Evangelio es el anuncio de buenas noticias, y ¡muy buenas noticias!, entre esas, “porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”, Juan 3:16. Ya nunca más la fe en Dios quedaría sin dirección, ubicándola en lo que no corresponde. Dice la Escritura, que los hombres hicieron caso omiso a la existencia del Dios verdadero, a pesar de ser evidente por “medio de las cosas hechas”, desviaron su fe por sus pensamientos vanos, “y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y reptiles.”, Romanos 1: 20-23. Entonces, tenemos que era absolutamente necesario volver al orden a la fe del hombre perdida en Edén, recordemos que allí, Adán y Eva disfrutaban de los beneficios de una fe bien enfocada, ¿el beneficio mayor?, disfrutar a diario de la presencia de Dios Creador, perdida por la pregunta de Satanás, el diablo, “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?”, incitando al corazón de Eva a pensar que podía escuchar otra voz, y la oyó, provocando un desastre monumental, cósmico, eterno.

Hasta que aparece Jesús frente a los elegidos para ser sus discípulos, los que serían ungidos más tarde para propagar “hasta lo último de la tierra” su mensaje de salvación, diciéndoles: “Creéis en Dios, creed también en mí”, posicionando en el lugar correcto o mejor dicho en la Persona correcta, la fe.

Necesitamos hoy más que nunca predicar a Cristo, porque sólo en Él, el hombre y la mujer pueden tener un encuentro personal con Dios; no es posible creer en Dios prescindiendo de Cristo Jesús, no es viable hacerlo, es imposible hacerlo.-

Autor: Oscar Olivares Dondero

Escrito para: www.destellodesugloria.org

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