El Día que me sentí Abandonado – Reflexión Cristiana

El Día que me sentí Abandonado

el-dia-que-me-senti-abandonado“Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el SEÑOR me recibirá en sus brazos”

Salmos 27:10 NVI

Nací producto de una relación que sencillamente no funcionó, formo parte de las estadísticas de hijos procreados en matrimonios o relaciones disfuncionales en Latinoamérica y porque no decirlo en el mundo entero; a los pocos meses debido a los desavenencias y conflictos en los que se vieron inmersos mis padres decidieron separarse aunque mis conclusiones me dictan que nunca estuvieron juntos, sin embargo, eso propicio que mi mamá tomara la decisión de emigrar a otro país a buscar alguna alternativa para salir adelante ante la situación que se estaba viviendo, mientras que mi papá busco otro hogar. Tuvieron que dejarme al cuidado de mi abuela quien a pesar que solo contaba con meses de nacido aceptó hacerse cargo de mi; al parecer mi comienzo en esta vida estaba cargado de serias dificultades y aunado a eso crecía escuchando de boca de mi abuela palabras que por muchos años marcaron mi vida y abrieron muchas heridas en mi corazón, palabras que formaron en mi una baja autoestima, palabras que ningún niño de tres o cinco años quisiera escuchar, palabras tales como “tu papá te abandonó”, “tus papás no te quieren”, “cuando acababas de nacer tu papá le dijo a tu mamá que te botara, que se deshiciera de ti”, “nadie te quiere”, “tu familia te ve de menos”, etc., y esas palabras fueron mi desayuno, almuerzo y cena por mucho tiempo.

Recuerdo que para ir al kínder tenía que recorrer cerca de un kilómetro y medio para llegar a mi centro escolar y ¿sabes quién me acompañaba? , nadie, aquel pequeño gran estudiante tenía que arreglárselas para llegar con vida a la escuela y regresar con vida a la casa; es que te imaginas a un niño de kínder a esa edad y teniendo que valerse por sí mismo para ir a estudiar, veo a mi alrededor a muchas familias que cada día muy temprano en la mañana van a dejar a sus pequeños al colegio o escuela porque lo que menos quieren es exponer a sus hijos a tantos peligros que hay en la calle; pero yo no tuve esa dicha, tenía que enfrentarme a todos mis temores cada amanecer, mientras caminaba hacia la escuela una de las cosas que me aterrorizaba era encontrarme con los borrachos de la ciudad y sobre todo con un par de perros que se habían empecinado en hacerme la vida imposible, sí, eran dos endemoniados perros que en la mayoría de ocasiones me hacían correr por varias cuadras mientras ellos corrían detrás de mí, (ahí era el lloro y el crujir de dientes), ahora lo puedo contar bromeando pero en ese entonces para un niño de esa edad era una situación muy difícil ya que a pesar que le decía a mis abuelos todo lo que me ocurría ellos hacían caso omiso de ello y en lugar de ayudarme lo que hacía mi abuela era regañarme, ¿te imaginas?.

Cuando tenía la oportunidad de hablar por teléfono con mi mamá me ocurría algo extraño, se me hacía muy difícil decirle mamá debido que a nunca desde que nací salió esa palabra por mi boca por la poca conexión madre-hijo que tuve, pero lo más importante era esa emoción que sentía de saber que iba a hablar con mi mamá, iba a escuchar esa dulce voz con la que todo bebé en el vientre materno aprende a escuchar y a relacionarse con ella consiente que es la voz de mami, de tal manera que me llenaba de alegría el solo hecho de pensar que escucharía su voz diciéndome hijo te quiero, hijo te extraño, quiero estar contigo o quiero que estés aquí conmigo; pero te comento que todo lo que hablábamos giraba alrededor de mi abuela y por si acaso también me orientaba de cómo cuidar a mi abuela; para mí resultaba más que difícil porque esa emoción siempre se desvanecía a los pocos segundos de comenzar a hablar, créeme que siempre se me hacía un nudo en mi garganta cada vez que intentaba decirle que habláramos de mis cosas, pero todo era en vano, el tema central lo ocupaba otra persona.

Sabes ese tipo de experiencias me llenaron de enojo, estaba enojado conmigo, con mis padres, con la vida que tenia, con la realidad que me había tocado, con Dios, por que como es posible que Dios permita todas estas injusticias, como es posible que no pueda ver todo lo que sufro y que mientras los demás disfrutan de sus familias, del amor y comprensión de sus padres yo aquí me estoy muriendo por una oportunidad de ser feliz; eso era lo que me decía a mi mismo en tantos momentos frustrantes que me tocó vivir. Algunas veces me hablaron de Dios pero no creía que a Dios le importara mi vida porque si me abandono en mi niñez por qué no habría de hacerlo en mi juventud, la falta de esperanza hacía que me faltaran las ganas de vivir y en mas de alguna ocasión pensé en quitarme la vida pero había algo que me lo impidió.

Un 21 de enero me invitaron a una reunión de aniversario de una iglesia, llegué necesitado de algo que me saciara y llenara todas mis ansiedades, no aguantaba más, estaba aburrido de lo mismo, escuché todo el mensaje y para ser sincero no me impacto lo suficiente, luego comenzó el llamado a aceptar a Cristo y alguien se me acercó para animarme a recibir a Cristo en mi corazón pero le dije que no, mientras varias personas pasaban al frente aceptando el llamado hubo un momento, un instante, en que el pastor dejó de decir vengan y reciban a Cristo y mencionó las primeras palabras que Dios habló a mi vida directamente, entonces dijo: “Aunque tu padre y tu madre te abandonen, el SEÑOR te recibirá en sus brazos ”. ¡¡Wow!! lo que tanto había esperado escuchar, fueron palabras que tocaron lo más profundo de mi ser, palabras que cambiaron algo dentro de mí, palabras que confortaron mi alma y me dieron una nueva esperanza; ese día recibí a Cristo en mi corazón y le dije que hiciera algo en mi vida, que ya estaba cansado de luchar, que me rendía a sus pies y que me permitiera conocer el verdadero amor y no solo conocerlo sino sentirlo.

Han pasado los años y aunque recuerdo todo las experiencias duras que he vivido el dolor de las heridas de mi corazón ya no está, la tristeza que antes reinaba en mi desapareció, el rencor hacia mis padres ya no está, de hecho hoy puedo hablarles sin nudos en mi garganta y recibo a mi papá en mi casa las veces que el desee llegar, sabes ¿por qué?, porque el día en que me sentí que ya no podía, el día que me sentí solo, el día que no me sentí amado, el día que no tuve valor, el día que lloré a más no poder, el día que tuve deseos de morir, el día que perdí las esperanzas, el día que me sentí abandonado, ese día llego mi Dios como buen Padre y me recibió en sus brazos de amor y me hizo entender que en cada momento que viví por muy difícil que pareciera, él estuvo allí, que cada noche mientras lloraba en mi cama él estuvo presente para consolarme, que la vez que tuve deseos de morirme él estuvo en ese mismo instante para impedirlo.

Hace unos meses vinieron unos familiares de otro país a visitarnos y la esposa de uno de mis tíos hizo un comentario haciendo referencia a como habían sido mis padres conmigo y ella dijo en ese entonces “si yo fuera José les dijera hasta de lo que se van a morir por todo lo malo que se han portado, pero él como es cristiano…”

Y esto último me gusto bastante porque es una realidad irrefutable, porque solo el amor de Dios por medio del sacrificio de Jesucristo nos hace libres para amar a las personas aun cuando ellas nos hallan fallado, solo el abrazo del Padre es lo suficientemente capaz de borrar las heridas del pasado y darte ganas de vivir y de vivir para él. Te animo no importa lo que estés pasando o lo que hayas pasado a acercarte a los brazos de Jesús, si sientes que no puedes perdonar, el perdón de Dios te ayudara a perdonar y su amor te dará el consuelo y la comprensión que andas buscando, si sientes que ya no hay esperanzas para ti, que tu vida no tiene sentido, es porque todavía no has conocido el verdadero amor de Dios, ir a la iglesia no significa que conozcas su amor, tener una relación diaria con él en donde le permitas que él dirija tus pasos, tus pensamientos y tus sentimientos hará de ti una nueva persona con ganas de vivir y tendrás la certeza de que aunque todos te dejen El Siempre Está contigo.

En esa nueva vida que Dios me dado me ha permitido entrar en una faceta en la que escribo canciones para él y hoy quiero compartirte una canción que escribí hace un par de años el día que cumplí siete años de haberme encontrado con Jesús, habla de lo que Jesús representa para mi, en lo que se ha convertido para mi vida y lo que lo caracteriza, conclusiones a las que he llegado luego de haberlo conocido y de haber experimentado su fidelidad, espero algún día la escuches en tu estéreo.

Cómo negar que tú has sido Bueno
Cómo negar que tus has sido Fiel
Cómo negar tus grandes Proezas
Has hecho la estrella y también el mar
Cómo negar que estas en el Cielo
Que habitas muy dentro de mi Corazón

Coro:

Padre gracias por tu Bondad
Por tu misericordia
Por todo lo que me has dado
Me has llenado de tu amor
Tu Gracia me alcanzó
Siempre has estado a mi lado

Cómo negar Espíritu Santo
Volviste mi llanto en Alegría
Cómo negar que solo en tus brazos
Me siento seguro nada pasará
Cómo negar que fue tu palabra
Quien trajo a mi vida Esperanza y Paz

Coro…

No es malo sentirse solo o abandonado, Jesucristo paso por eso cuando al estar en la cruz del calvario dijo “Como a las tres de la tarde, Jesús gritó con fuerza: Elí, Elí, ¿lama sabactani? que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46), pero Jesús estaba consciente que su sacrificio era la llave para abrir la puerta de cielo al mundo y así al haber sufrido el desamparo momentáneo nos dio la esperanza y la promesa que nunca seríamos abandonados.

Este es el tiempo de levantarnos y dar gracias a Dios por cada momento que hemos vivido, porque toda circunstancia nos enseña a buscar los brazos de Jesús y que por muy fuerte que parezcan las dificultades todo obra para bien y al final siempre, siempre pero siempre estará Jesús diciéndonos: “Yo siempre he está contigo aún en el día en que te sentiste abandonado”

Te invito a que le digas hoy a Jesús:

Jesús estoy seguro que aunque ande en valle de sombra de muerte no temeré mal alguno por que se que tú estarás con migo, que aunque pase por el fuego no me quemaré, ni las aguas me ahogaran de tal manera que ni la vida ni la muerte pueden apartarme de tu amor.

Autor: José Eduardo Sibrián

Escrito para www.devocionaldiario.com

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